Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Unas cartas inquietantes

29/01/2025

Quienes tienen la paciencia de seguir leyéndome en este torreón, saben que siento especial predilección, dentro del ámbito de la literatura, por tres escritores europeos del siglo XX, Stefan Zweig, Sándor Márai e Irene Némirovsky, marcados por la brillante cultura centroeuropea de principios del siglo XX en los dos primeros casos, y por la francesa en el de la escritora rusa. Los tres, con un dramático fin, como consecuencia de los totalitarismos que asolaron Europa a partir de los años treinta. Zweig y Márai se suicidaron, sin ver este último la caída del Muro que Berlín que le hubiera permitido regresar del exilio a su Hungría natal; Némirovsky moriría en el campo de concentración de Auschwitz.
Poco a poco los tres autores van siendo traducidos al español, lo que nos ofrece la oportunidad de disfrutar en nuestra lengua su genial producción. De Némirovsky acaba de ser publicado el epistolario, recogido bajo el título de Cartas de una vida, una recopilación que permite recorrer el itinerario vital de la escritora rusa en lengua francesa –no pudo, a pesar del dominio de este idioma, nacionalizarse, y en ello está una de las causas de su terrible destino- desde sus años jóvenes, de estudiante despreocupada, hasta los angustiosos momentos finales, en el pequeño pueblo de Issy-l´Éveque donde se había refugiado ante la invasión nazi de Francia, y finalmente su última carta a su marido e hijas, desde el campo de concentración de Pithiviers, antes de ser trasladada a Polonia.
Es un conjunto de textos muy interesante, ya que muestra la cara más íntima de la escritora, sus anhelos, deseos, aspiraciones, dificultades financieras, las relaciones de amistad y las familiares. En ocasiones vemos la lucha con las editoriales para conseguir una adecuada remuneración económica; otras, la vida cotidiana de una mujer inserta en la sociedad francesa que la había acogido y de la que sentía que formaba parte, tras el exilio junto a su familia como consecuencia de la revolución bolchevique. Habrá algunas que nos parezcan superficiales en exceso, e incluso llenas de frívolas nimiedades.
Sin embargo a mí me ha conmovido la lectura de estas cartas. Sobre todo, las recogidas bajos los epígrafes Angustia y Pesadilla, ya que al conocer el desgraciado final de nuestra protagonista, las sencillas cartas que intercambiaba con amigos o familiares adquieren un dramatismo sobrecogedor, al ver sus denodados esfuerzos por sobrevivir a la vorágine que arrastraba todo, luchando por continuar su labor creadora, limitada por su condición de judía; tratando de publicar, a la vez que era consciente de que su más importante obra, la futura Suite francesa, no lo sería, aunque aspiraba a finalizarla.
El triste fin de Némirovsky, de su marido, las angustias y peripecias que permitieron sobrevivir a sus hijas, nos hablan de aquel horror que se abatió sobre Europa, fruto del fanatismo y la intransigencia.
Un horror que hemos de evitar que pueda volver a repetirse.