La trama de los investigados en el caso Koldo, con más de sesenta millones de euros, que sepamos de momento, en adjudicaciones públicas y cerca de diecisiete millones en comisiones, mientras la gente se moría por la pandemia, diríase sacada de los pasajes de cualquier novela picaresca. De las vidas de Lazarillo de Tormes, del pícaro Guzmán de Alfarache o del buscón don Pablos, de hidalgos miserables encuadrados en la naturaleza de «las circunstancias peculiares del espíritu español», que viene a colación como expresión de la degradada cotidianeidad moral y social de esta miserable España, donde sólo se sobrevive gracias a la estafa y el engaño, al margen de la ley y dando lo mismo ser honesto que pícaro.
La codicia y la avaricia humana, que en un cierto grado puede considerarse como virtud impulsadora del avance y el desarrollo de la humanidad, partiendo exclusivamente del gen que nos anima a luchar y a trabajar por sobrevivir, por ver colmadas nuestras necesidades básicas individuales, se torna en deseo humano natural e incontenible de crear riquezas, atesorarlas y usarlas en beneficio propio sin importar los medios utilizados, sumergiéndonos en las aguas tenebrosas de la mentira, la deslealtad, la corrupción y la decadencia moral.
Si nos fijamos en el caso Koldo que nos ocupa, nos encontramos con personajes abyectos con una magnífica carga novelesca, como 'el Jefe', José Luis Ábalos, exministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE; 'el Gominas', Víctor de Aldama, empresario y supuesto comisionista del caso; 'el Grandullón' o 'el Chiquitín', Koldo García, portero de puticlub, asesor de Ábalos en su etapa como secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento, consejero de Renfe y vocal del Consejo Rector del Organismo Público Puertos del Estado; 'Jessica 20 minutos' o 'España', simplemente Jessica, la entonces pareja de Ábalos, que disfrutó de un alquiler de noventa mil euros en la Plaza de España de Madrid; 'el Casero', Claudio Rivas, empresario que compró el chalé de La Línea que usaba Ábalos y que estaría también implicado en el fraude de los hidrocarburos. Y, por supuesto, 'el Uno', el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ínclito personaje sobre el que podríamos escribir un compendio de psicopatía.
Estos personajes de nuestra peculiar novela picaresca, realista y satírica sobre la degradación moral que vivimos, junto a los protagonistas de la multitud de casos de corrupción que ya hemos sufrido por parte de todos los partidos políticos, nos facilitan la narrativa literaria sobre el carácter sistémico en la normalidad de la corrupción en España, protagonizada por responsables políticos de primer orden, altos funcionarios o empresarios sin código de conducta alguno que garantice el fiel cumplimiento de sus obligaciones. Un 'best seller' de la decrepitud intelectual, la perversión y la decadencia de las exigencias éticas, cognitivas y culturales mínimas para poder ejercer la noble tarea de representar al pueblo y legislar en su nombre.