Lo primero que voy a hacer es felicitar al ganador de las elecciones catalanas, que parecía un poco bobalicón, pero que ha demostrado ser una persona más bien prudente y respetuosa con los demás líderes catalanes. La población ha premiado su templanza. Ya hablaremos de las mascarillas, pero bueno, hay que felicitarlo.
Todos sabemos en qué va a terminar el pacto catalán, porque el súper jefe, - llamado el puto amo por algunos de su partido-, será lo que sea, pero es muy listo y necesita los votos de Puigdemont para llevar una legislatura en paz.
¿Y a quién les faltan los votos del PSOE para ser presidente de la Generalitat? La respuesta correcta es …. Puigdemont.
A estas alturas han descubierto que se necesitan aunque no se quieran.
Total que Puigdemont perdiendo, ha salido ganando calculando las dos canchas donde se jugaba el partido, la nacional y la catalana. Si Puigdemont es votado por Illa y sus sacrificados diputados, se convierte en presidente de la Generalitat, y si Sánchez es apoyado por el grupo de Junts en la cancha nacional, la saga continúa.
D. Rufian que se las daba de chulo y duro con Illa, al que acosaba durante la campaña, se la ha pegado con su compañero de viaje, que más allá de las palabras han demostrado ser pésimos gestores. Se agradece no obstante que Pere con humildad se haya marchado a casa. Ambos tenían otro compañero de salsa más gordito y alto que siempre ha mirado con desconfianza a los dos lados al mismo tiempo. ¡Al corral!
La Cataluña separatista vuelve a ponerse en manos de los herederos de Pujol, ese que tenía los hijos con ferraris, que según su madre la Sra. Ferrusola los había montado su hijo con piezas de desguaces. Jajaja, lo que hay que tragar.
A raíz de que los pillaron en algunas marrullerías de las que obtenían fondos, como lo de las ITV, la famosa herencia milagrosamente aparecida, etc., los Pujol se volvieron invisibles y desaparecieron esperando el olvido. Su paje de toda la vida, Artur Mas les sucedió en el trono, pero su verborrea y sus trajes cruzados no pudieron resistir el oleaje que le venía por delante y por detrás. Por delante porque se descubrió que participaba con los Pujol en los negocios, y por detrás porque le venía achuchando un tal Torra, racista que decía que los españoles éramos bestias. Como tampoco los catalanes presumían de ningún RH, lo echaron y así apareció Puigdemont.
Si yo fuera Sánchez presumiría con razón que gracias a él no va a ver ningún referéndum de momento, y que los separatistas se han acochinado un poco. También que la izquierda radical de los republicanos se ha diluido, y que los demás partidos políticos a la izquierda del PSOE están desplumados.
La situación catalana ha cambiado completamente, guste o no a los demás partidos políticos. Puigdemont sin referéndum se convertirá en otro Pujol más, creando otra maraña de sociedades raras, y al resto de los separatistas les tocará mirar como otros se reparten el melón.
A Sánchez y Puigdemont, la situación les impulsa a ser pareja de baile, aunque uno sea de derechísimas y el otro sea de izquierdísimas, pero el baile es el baile y aquí no se discute de política, porque de lo que se habla es de poder y punto.