Escribir sobre números conlleva un esfuerzo aleatorio. O no. Depende del guarismo, y de la relación que se haya mantenido con él a lo largo del tiempo. Bien de forma continuada, o bien de manera esporádica. Un número puede marcar el devenir de la vida durante toda la existencia. De la misma manera, tatuarla eternamente, aunque el encuentro haya sido casual.
El siete es uno de los números que más atractivos encierra para escribir, por su misterio y trascendencia histórica. Valga como ejemplo, para estas fechas, la influencia del tendido que lleva esa cifra en la Plaza de Las Ventas. También es exponente de esa magnitud, la decisión que puedan adoptar dentro de poco los siete diputados de Junts en el coso de la Carrera de San Jerónimo. Y por cierto, ya queda menos para San Fermín. Otro siete importante y taurino.
Rivalizando en presencia y prestancia, encontramos al uno y al diez. El primero por ser eso, el primero. Y el último, por encerrar sabias enseñanzas y consejos, como indican las tablas que le dieron a Moisés en el Monte Sinaí. El trece también suele ser un número que da para mucho, pero mejor no explayarse en estas líneas con él (por si acaso). El diecisiete -número difícil de encontrar porque nadie sabe dónde se mete-, también goza de aceptación y cánticos populares. Al igual que el veintidós, por sus recuerdos de cómo estaba la plaza, y su memoria de los anátinos.
El quince da para mucho. Comencemos recordando que, por estas latitudes, se le conoce como 'la niña bonita'. Resulta curioso, a todas luces, que la correspondencia de género entre el número y el apelativo no se corresponda. De ahí que pudiera considerarse como un adelantado a estos tiempos, y un baluarte de la igualdad.
Lo de 'la niña bonita' vendría -parece ser-, por la fiesta de puesta de largo que muchas jóvenes celebran al llegar a esta edad. Sobre todo en Latinoamérica. Ahora bien, cuidado porque en estos tiempos alabar al quince puede resultar no tan festivo y cariñoso. Cantar aquello de 'quince años tiene mi amor', podría acarrear problemas. Es lo que siempre han tenido las canciones reivindicativas y de protesta analizadas desde la, sin pecado, perspectiva histórica actual.
Desde el pasado sábado, el quince ya está grabado en otra Copa de Europa. También en la memoria del madridismo. Un título que reposará junto a sus hermanos mayores en la vitrina del Real Madrid, la más laureada del mundo.
El quince, o la decimoquinta, es ya la niña bonita del madridismo. Deseada y querida. Tanto o más que las anteriores. No sería de extrañar que la canción de moda este año en el Bernabéu, fuera 'quince, quince, Copas, Copas tiene mi amor'. Es por dar ideas. Dinámicas.
La columna, por otra parte, no puede finalizar sin retratar el numerito que ofrece una parte de nuestra clase política desde hace tiempo. Merecedor, a todas luces, de un cero. Otro número, el nueve -que coincide en el calendario con el próximo domingo-, puede darnos la solución del sudoku. Al menos, del catalán.
Y quién sabe si también el de España.