Muchos lectores de la prensa deportiva nacional se habrán despertado hoy con la celebración de una prueba de turf con el nombre de la Ciudad Imperial en su denominación. Se trata del Memorial Duque de Toledo, que se disputa en el Hipódromo de La Zarzuela. Pero, ¿por qué esa referencia a la capital regional?
Para entender el significado de un título nobiliario inexistente hay que remontarse a principios del siglo XX, cuando Alfonso XIII, rey amante de las actividades deportivas y recreativas, decidió tomarlo como propio para pasar de incógnito. Fue así como creó bajo este ‘nombre de guerra’ una cuadra de caballos purasangre con los que compitió contra los mejores de España, ayudando así a impulsar, también mediante la creación de hipódromos, una disciplina en horas bajas.
Para entender por qué el monarca adoptó un título de incógnito para denominar a su equipo de caballos hay que ponerse en la mentalidad propia de los primeros años del siglo XX. Se consideraba como una osadía marchar por delante del rey, por lo que nadie querría participar en una carrera en la que Alfonso XIII tomase partido por el riesgo a derrotarlo. Por respeto a la Corona, se consideraba una ofensa adelantar a los equinos reales.
Marchar por delante de él era algo prohibido y tener un caballo siempre vencedor por este motivo tampoco casaría demasiado con el espíritu deportivo, muy arraigado en el monarca. Por dicha razón, Alfonso XIII optó por emplear un título de incógnito, que también utilizó para otros menesteres, como salvaguarda de una competición más limpia.
El apoyo del abuelo del actual rey de España al mundo de la hípica fue más allá de la fundación de una yeguada de competición, puesto que también se le considera el principal impulsor de un hipódromo en Lasarte y de la recuperación del de Aranjuez en aquellos años.
Más que un homenaje. Lo cierto es que la prueba como tal viene existiendo desde 1930, aunque en sus inicios la denominación más común que ostentó fue la de Gran Premio de Otoño, que servía como cierre de la temporada. Sin embargo, a raíz de la muerte del monarca en 1941, ya en el exilio, se decidió rendirle tributo dedicándosela.
Había que sortear la dictadura franquista y la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España, formada por nobles simpatizantes de la Corona, recurrieron al título de incógnito de Alfonso XIII y que le hizo reconocible en el mundo del turf para rendirle un tributo que se viene manteniendo hasta hoy.
Así, aunque en el palmarés de la prueba creada en 1930 figura como primer caballo ganador Atlántida, el primer purasangre que se adjudicó el título Memorial Duque de Toledo como tal fue L’Astrée en 1941, repitiendo su triunfo del otoño anterior.
El curso pasado fue Casaca el caballo que inscribió su firma en el historial de una carrera que, aunque de rebote y por capricho de un rey exiliado amante del deporte, luce el nombre de la ciudad de Toledo.