Domingo, en torno a las 8 de la noche. Mi marido me hace una pregunta cuanto menos extraña: «¿Vemos o no vemos el partido?». Mi cara debe ser un poema (estoy en otra habitación, precisamente, huyendo de la cita semanal con el fútbol). Le toca, por tanto, explicármelo. La conversación es rápida:
-«El Real Madrid y el Barça juegan la final de la Supercopa».
- «¿Dónde está el problema?»
- «Hay dos: que no juega el Atleti y que se juega en Arabia Saudí».
- «No vemos el partido», concluimos ambos.
Tras esta breve conversación, me surgen muchas preguntas. ¿Dónde está la revolución del fútbol español? ¿Qué tipo de igualdad puede defender la Real Federación de Fútbol cuándo se lleva la primera competición del año a un país que ignora estrepitosamente los derechos humanos? ¿Dónde están las túnicas rasgadas por jugar en un país donde las mujeres viven sin ningún tipo de libertad? El beso a Jeny Hermoso y lo que vino después lo eclipsó todo y, parecía, que también lo había cambiado todo. No ha sido así. Lo único que realmente que ha cambiado es el nombre y el sexo de un par de cargos.
Sí, me sé el discurso: las mujeres de Arabía Saudí pueden, con permiso previo de su wali, votar desde 2015, conducir desde 2018, entrar en los estadios (en zonas separadas de los hombres) desde 2019… Pero, ¿dónde están estas mujeres supuestamente tan libres? Revisando fotos de otros partidos, no las veo llenando las gradas… ¿Y dónde se juega la Supercopa de España femenina? En Arabia Saudí les aseguro que no. Por algo será.
Y no, lo siento, no me creo el mensaje oficial que ya defendió Rubiales en 2019 de que este tipo de iniciativas son una forma de promover la igualdad de género y defender los derechos humanos. Mensaje que, lamentablemente, se sigue oyendo. Si el beso a Hermoso es agresión, jugar la Supercopa de España en Arabia Saudi es blanquear un régimen que oficializa la violencia contra la mujer y su sometimiento.
¿Qué hay detrás de todo esto? Ya nos lo anunció Piqué en un whatsapp: «Ocho millones al Madrid y al Barça... y os quedáis la Federación seis kilos, tío». Según leo en medios deportivos, los derechos televisivos han subido ya hasta los 6,2 millones y, aunque las cifras no son públicas, se habla de que el 'botín' de la Federación rondaría los 25 millones. Dinero al que hay que sumar otros casi tres millones para el Madrid y el Barça, algo menos para los otros dos participantes.
Si hubieran obligado a dimitir a Rubiales cuando anunció que la Supercopa se iba a Arabia, nos habríamos ahorrado el bochorno de la final de Sidney. Los argumentos son los mismos. Que se lo digan, por ejemplo, a Salma al-Shebad, una joven condenada a 34 años de prisión únicamente por haber twitteado a favor de los derechos de las mujeres. O, sin ir más lejos, a la periodista de la Cope Helena Condis, a la que no le han dejado bajar al gimnasio en su hotel con el resto de sus compañeros. «Las mujeres solo podemos ir de las 6 a las 8 de la mañana», según ha comentado ella misma en antena. Este debe ser el tan traído y llevado 'aperturismo' del príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, más conocido en Occidente por su supuesta implicación en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018.
Con Rubiales o sin Rubiales, la Supercopa se celebrará hasta al menos 2029 en Arabia Saudí. Como se dice en el Gatopardo, «que todo cambie para que todo siga igual». Se verá.