Durante siglos, ganadería y animales carroñeros fueron aliados en el medio rural. Hasta finales del siglo pasado, para un ganadero no suponía un problema en sí la muerte de una res. Sólo había que dejar el cadáver tirado en una quebrada para que la naturaleza, a través de buitres y otros necrófagos, hicieran el trabajo en hacerlo desaparecer a cambio de la alimentación recibida por estas especies.
Todo cambió hacia 1995, con la aparición del llamado mal de las vacas locas en Gran Bretaña. Consistió en la transmisión de la Encefalopatía Espongiforme desde las vacas a seres humanos, presumiblemente por el consumo de carne de reses afectadas por la enfermedad. Esta dolencia se traduce en una progresiva degeneración del cerebro, que acaba presentando huecos como una esponja, hasta provocar la muerte de la víctima.
La aparición de las primeras muertes en el Reino Unido se tradujo en una alerta sanitaria de ámbito europeo que, aparte de modas fracasadas como la introducción del avestruz para sustituir a la ganadería de vacuno, cambio para siempre los procedimientos de eliminación de cadáveres de granjas. Estos quedaron sustentados en un sistema de pago de seguro por el ganadero, a cambio de la retirada del animal para su incineración sin que entrara en la cadena alimentaria.
Sin embargo, esta protección de la salud humana tuvo consecuencias en el medio natural, al privarse a los carroñeros de gran parte de su sustento. Ya a comienzos de este siglo, se documentaron en distintos puntos de España casos de buitres que, ante la falta de cadáveres de granja, empezaron a atacar a reses recién paridas, enloquecidos por el hambre. Así, pasaban por la necesidad de carroñero a cazador, de amigo a enemigo del ganadero.
Una vez superada la histeria de las vacas locas, enfermedad que sólo dejó 205 casos en humanos entre 1995 y 2004 (casi todos en Gran Bretaña, cuya cabaña bovina fue prácticamente exterminada), las autoridades de la UE y España han buscado la fórmula de reintroducir los cadáveres de granjas en la alimentación de especies necrófagas para asegurar su supervivencia. El último decreto de la Consejería de Agricultura es el último esfuerzo en este propósito de reconciliar a la ganadería con los carroñeros.