Si ya hablábamos al principio de la presente temporada de la cantidad de cambios que se han producido desde que aterrizó la actual propiedad en el CD Toledo en prácticamente todas las parcelas del club, en las últimas semanas siguen modificándose aspectos en busca del tan ansiado éxito, del tan ansiado ascenso.
Cambios que, aunque muchas veces podamos ser reacios a ellos, personalmente me demuestran, primero, las ganas de tratar realmente que algo ocurra, y después, el compromiso para que eso pase.
Los últimos cambios han sido la llegada de los Rubenes. Por un lado, Rubén Ramos, nuevo responsable de la parcela deportiva, y por otro lado, Rubén Gala, como nuevo entrenador del primer equipo. No seré yo quien juzgue si estos cambios son adecuados o no, o si es el momento idóneo o no. Lo verdaderamente importante es que todos estos movimientos tengan un objetivo en mente, un proceso estructurado de desarrollo y crecimiento común y seamos conscientes de que en lo deportivo, ya no digo solo en el fútbol, el éxito a parte de efímero, es incierto y depende de muchos y muchos factores.
Y todos estos cambios que como digo, están tratando, seguro, de buscar lo mejor para el CD Toledo en todos los sentidos, no sirven de nada si el jugador, el verdadero protagonista de todo esto, no es capaz de dar siempre su mejor versión.
¿Por qué con un entrenador u otro cambia la actitud? ¿Por qué varía la intensidad? No me imagino a un atleta de 100 metros lisos corriendo esta prueba a medio gas, como tampoco me imagino a un maratoniano escatimando esfuerzos en sus 42 kilómetros. Por eso, entendiendo las diferentes situaciones, contextos y todo lo que rodea al fútbol, me cuesta entender que un jugador, una vez que el árbitro pita el comienzo del partido, no dé siempre su mejor versión.
Un jugador que, por supuesto, tiene todo el derecho del mundo a fallar, a equivocarse, pero que tiene que ser siempre el actor protagonista. Es más, el CD Toledo debe ser el actor principal, y nunca el secundario. Presión real que también hay que saber gestionar.
Y, finalmente, si el jugador se da cuenta de que esto es un espectáculo y, como tal, tiene que enganchar, atraer y divertir al aficionado, estoy seguro de que toda esa presión, urgencia e impaciencia será menos.