Quizá deberíamos aprovechar estos días de estío para hacer una reflexión sobre la extraña relación que se está consolidando entre políticos y medios de comunicación.
Es inadmisible que los dirigentes políticos convoquen a los medios de comunicación para leer un comunicado sin aceptar preguntas de los periodistas asistentes. Una farsa chusca en la que los periodistas no deberíamos participar.
Si un partido, un ministro, el Presidente del Gobierno, de una comunidad autónoma, o un representante de cualquier institución del Estado, convoca a la prensa, es obvio que a continuación de su intervención debe de haber un turno de preguntas. Y de preguntas de todos los asistentes, no solo de los periodistas que les caen bien o consideran que representan a medios de comunicación amigos.
¿Cómo nos van a respetar si nos prestamos a hacer de comparsas? En realidad cuando se convoca a la prensa, negando después que se realicen preguntas, están utilizando a los periodistas de atrezzo.
Queda mejor en una imagen de televisión que el político de turno parezca que está en una rueda de prensa a que en realidad está leyendo un texto ante los periodistas convocados.
Y la responsabilidad no es tanto de los periodistas que aceptan este juego perverso, sino de los propios medios, de los "directores" y de los dueños de los medios. Son estos los que deberían de establecer, ante una convocatoria de rueda de prensa que, si no se asegura que después habrá un turno de preguntas, entonces no enviarán a ningún redactor.
Basta con que el convocante mande una nota de prensa a los medios y estos decidan si tiene interés o no.
Pero saben, convocar a los periodistas como atrezzo sirve para que el político de turno salga en la tele, una nota de prensa no es igual de lúcida que una puesta en escena, donde hay un protagonista y los actores secundarios sin derecho a réplica.
Creo que las asociaciones de la prensa y los propios medios deberían de poner punto final a la engañifa de comparecencias de políticos que no admiten preguntas.
No, no se debería aceptar ni un día más semejante humillación.