Sí, hubo un tiempo en que el PSOE era el partido que más se parecía a la mayoría de los españoles, pero hoy día es una mala caricatura de lo que fue, por más que sus actuales dirigentes hagan como que no se dan cuenta.
Y es que el espectáculo del congreso socialista celebrado en Sevilla no ha sido más que eso, un espectáculo donde, como si de una secta se tratara, los asistentes se han dedicado a jalear a su jefe, sin el más mínimo atisbo de autocrítica.
Me pregunto si de verdad se creen lo que dicen en público, porque si se lo creen entonces sí que tienen un problema y de paso el resto de los ciudadanos, puesto que es el partido que nos gobierna.
¿Se darán cuenta que están poniendo los cimientos para convertir nuestro sistema democrático en un sistema autocrático? ¿De verdad se creen que la razón les asiste en todo y que quienes no comulgan con ellos son elementos peligrosos a batir? ¿No les preocupa las consecuencias de la polarización irresponsable que Pedro Sánchez, con su apoyo, ha instalado en el país, dividiéndolo entre buenos y malos?
En mi opinión ha sido un congreso fallido donde el debate ha lucido por su ausencia y, sobre todo, por esa exaltación del líder tan ridícula como peligrosa.
No es que los tiempos hayan cambiado, es que este PSOE ha hecho tabla rasa con lo mejor de su pasado donde en sus congresos se debatía hasta el amanecer, donde nadie podía dar nada por seguro, donde los delegados no tenían miedo de hablar en voz alta y enfrentarse a las posiciones oficiales.
En realidad este sí que es el PSOE de quien discrepa no sale en la foto. Es un PSOE repleto de silencios y de miedos.
El congreso no ha dejado de ser más que un acto sectario de exaltación de Sánchez. Qué pena de oportunidad perdida.