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El primer gran amor de Garcilaso de la Vega, encarnada en los papeles en la pastora Camila, fue su prima Magdalena de Guzmán, que se crió con él, y acabó por meterse a monja en Santo Domingo el Real. Viene a unirse en el universo amoroso del escritor a su vecina, Guiomar Carrillo, y a su cuñada, Beatriz de Sá.
Así lo explicó ayer la investigadora Carmen Vaquero, quien impartió una conferencia sobre la vida de Garcilaso de la Vega en las Cuevas de Hércules, en el seno de la Semana Cultural de la Casa de Melilla. Vaquero lleva años estudiando la vida del escritor toledano y las pasadas Navidades publicó el libro Garcilaso Príncipe de Poetas, editado por Marcial Pons para el Centro de Estudios Europa Histórica. Es el quinto volumen de la colección Los hombres del rey.
Tres son los amores de Garcilaso descritos alegóricamente en sus églogas. El último descubrimiento de Vaquero es que la pastora Camila de la égloga II, su primer gran amor en la vida real, que fue su prima Magdalena de Guzmán. Guiomar Carrillo (la pastora Galatea de las églogas I y II) fue su vecina, una libertina lo termina traicionando por otro. Es la mala, falsa y perjura. De la tercera mujer objeto de adoración, el amor platónico, la portuguesa, se ha rumoreado que podría ser Isabel Freyre. Pero Vaquero lo descarta, para afirmar que fue la cuñada del poeta, Beatriz de Sá. Es la segunda mujer de su hermano Pedro Laso de la Vega, el comunero, que falleció en Toledo de parto.
«Pensamos que los líos de falda son de ahora, pero en el XVI había montones de líos de falda, además con muchísimos hijos bastardos y mucha literatura que habla de esto. Igual que nosotros tenemos el Hola, ellos tenían mucha poesía, poesía que, como en el caso de Garcilaso, bajo el disfraz bucólico, te están contando un cotilleo, pero encima te tienes que tomar el trabajo de descubrirlo», explicó Vaquero, «porque en la Corte se jugaba mucho a estos enigmas: yo te cuento una historia y tú tienes que descubrir de quién estoy hablando».
Camila. Lo primero que determinó Vaquero es que el pastor Albanio, enamorado de Camila, era el propio Garcilaso. Mucho se ha especulado con la idea de que se tratara del duque de Alba, gran amigo del autor. «Albanio era otra vez Garcilaso. ¿Por qué se llamaba Albanio? Porque igual que Calisto en La Celestina dice ‘Melibeo soy’, como Garcilaso estaba todo el tiempo con el duque de Alba, ‘Albanio soy’, es decir ‘soy de la corte del duque de Alba’», argumenta Vaquero.
A partir de ahí, continuó estudiando la identidad de Camila, de la que los versos dicen que era de la misma sangre y abuelos, y estaba consagrada monja. Vaquero investigó las primas del autor a ver de cuál se podría tratar, y encontró una totalmente desconocida. Las primas de Garcilaso por parte de padre no encajaban por edad. Por parte de madre, sólo tenía una tía, María de Rivera, que oficialmente no había tenido hijos.
Sin embargo, en Simancas apareció un documento que demostraba que Rivera sí había tenido una hija. Ella era la mujer de Hernán Guevara, uno de los grandes comuneros de Toledo. Al parecer, la hija fue fruto de una relación extramatrimonial, y acabó por criarla su tía mayor, la madre de Garcilaso. Según el documento de Simancas, Magdalena de Guzmán acabó de monja en Santo Domingo el Real, y en 1574 tenía setenta años.
En consecuencia, concluyó Vaquero, Garcilaso y su gran amor se criaron juntos en el castillo de Batres. De ahí que en la égloga se hablara tanto de caza.