Domingo por la tarde. Decido que ya es hora de escribir la columna de esta semana. Empiezo a revisar temas de actualidad y, como diría un milenial, la vida se me hace bola. Así que, como buena espécimen de la generación X, decido dejar para más tarde la columna e ir a dar una vuelta.
Ya he empezado la ronda de cenas y comidas de Navidad -desde que la Nochebuena empieza con el Black Friday no me da la vida-, así que aparto la tentación de ir de cañas y me enfundo las zapatillas para dar la vuelta al Valle. Llevo unos meses sin ir por la zona y no me puedo resistir a la tentación de descansar un rato disfrutando de las vistas de Toledo, seguramente de las más bonitas del mundo. Y es que la zona del Valle parece que se ha hecho para ver la ciudad. Aquí va mi particular 'top five'.
En quinto lugar el propio Mirador del Valle, parada de los buses turísticos, trenecitos y demás. La vista es digna del Greco, el problema es que es difícil disfrutarla con tanto trajín de selfies. Cada vez hay más gente, especialmente en 'horas punta', como el anochecer. Consejo para los días que no haga mucho frío: esperar un poco y subir de noche.
En cuarto lugar hago un 'pack' de Cigarrales: Las Mercedes, el de Adolfo, Caravantes y el del Ángel. Todos ellos con vistas increíbles. Si tengo que elegir, me quedo con la del Ángel Custodio, desde su embarcadero la perspectiva de San Juan de los Reyes es increíble. El 'pero' de las vistas de los cigarrales es que no siempre estamos de boda o evento para poder disfrutar de ellas.
La terraza del Parador ocuparía el puesto número tres de este particular ranking de vistas de Toledo desde el Valle, por el módico precio de un café. ¿El problema? El mismo del mirador del Valle, cada vez es más difícil subir y encontrar un hueco. Es por eso que en segundo lugar pongo al Castillo de San Servando, poco transitado aún por los instagramer (o la red social que se lleve ahora para colgar las fotos ideales).
En lo que respecta a la mejor vista de todas, solo puedo decir que para mí son dos: la de la subida del Cerro del Bú y la de la Piedra del Rey Moro. Subir hasta allí -con cuidado y buen calzado- merece más que la pena. Toledo te surge de repente. Y si vas con alguien que no conozca la ciudad, es el marco ideal para contar las leyendas vinculadas a la zona y quedar como un rey -o reina- mora.
Podría seguir marcando más puntos en el mapa de la ciudad. Desde casa me insisten en que por qué no hablo de las mejores 'instantáneas' al entrar en Toledo en coche, como la que se tiene viniendo desde Torrijos, de ese momento en el que la vista de Toledo 'explota' de repente, ofreciendo una panorámica increíble de la ciudad, con San Juan y la Catedral en primer plano y el Alcázar a la izquierda. ¿Me guardo el tema para próximas entregas? Se verá.