Símbolo, según el Diccionario, es un «elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición, etc.». Cuando esa entidad o idea encarna valores positivos o bien algo que debe generar un sentimiento colectivo de empatía o identificación, estamos ante los símbolos políticos, que resultan imprescindibles para mantener esa identificación, ese sentimiento colectivo, y en definitiva para que cualquier comunidad se preserve, identifique y sienta como tal. García Pelayo escribió el que probablemente siga siendo uno de los mejores ensayos sobre mitos y símbolos políticos, y destacada esa imprescindible función de expresión de una identidad colectiva. Por supuesto, si lo representado es positivo, o al menos se considera como tal por una comunidad determinada, el símbolo adecuado debe ser atractivo, hermoso, estéticamente agradable, o al menos ser percibido como tal por la mayoría que se sienta representada o identificada con dicho símbolo. Y aunque es evidente que la identificación se genera tanto o más por el significado que por el significante, nunca cabe ignorar ni soslayar la importancia de símbolos agradables o bellos.
De entre todos los símbolos nacionales, la Constitución se refiere solo a la bandera, aunque no dice expresamente que esta sea un símbolo; y al rey, al que sí denomina expresamente «símbolo de la unidad y permanencia» del Estado, del que es jefe. La misma norma fundamental se refiere también en varias ocasiones al príncipe heredero, que «tendrá la dignidad de príncipe de Asturias», y que al cumplir la mayoría de edad prestará un juramento, que es de tanta importancia que la Constitución le dedica un artículo para indicar que será igual que el que presta el rey al ser proclamado ante las Cortes Generales, añadiendo eso sí el juramento de fidelidad al rey. En las últimas semanas, tanto en la fiesta nacional como en la entrega de los premios Princesa de Asturias, la princesa Leonor ha tenido un papel importante, que anticipa el solemne juramento que prestará el día 31 de octubre. Por su presencia y saber estar cumple a la perfección ese papel simbólico que desempeñará plenamente cuando sea reina. Bello es lo que «por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu», pero también aquello «bueno, excelente». Desde luego, los republicanos racionales seguirán siéndolo a pesar de todo esto; pero los republicanos razonables creo que no dejarán de reconocer que quien hoy encarna la Corona y quien lo hará en el futuro desempeñan de forma difícilmente superable esa función de símbolo excelente.