Es probable, estimado lector, que a estas alturas haya asistido a alguna cenita de Navidad. Una cita gastronómica esperada e ineludible, y también temida en muchas ocasiones. Si ha pasado por ese envite y sobrevivido a tal lance, cuente con el respeto y admiración de quien firma la columna. Si por el contrario, le toca próximamente escalar ese Tourmalet de compromisos sociales con mantel navideño, sepa que cuenta con toda la solidaridad y comprensión de la gente de bien. Sea valiente y acuda a esa cenita sin miedo ni temores. Cuando llegue al restaurante, cierre un momento los ojos e imagínese en la arena de un coliseo romano. Piense que el destino, un año más, le ha otorgado la posibilidad de alcanzar el cielo a través del martirio del almax navideño. Somos polvo y sombra.
Reflexione sobre el significado de las cenitas de Navidad, si eso le ayuda a digerirlas. Piense que se han hecho indispensables para transitar por la vereda de lo socialmente correcto. También por la senda del cumplimiento de la obligación laboral, para no quedar así señalados y etiquetados mientras se cotiza a la Seguridad Social. Tenga presente que, no acudir al cónclave gastronómico, es un pecado capital. Déjese inmortalizar por los móviles, especialmente, en el momento de llevar la corbata ladeada a la altura de la frente.
Cenitas las hay de todo tipo. Están, por supuesto, las del trabajo. Indisolubles de la nómina y obligada escalera para ascender. Cuentan con su propio protocolo, que varía según la actividad, trienios o proximidad del ere de turno. En todas se recomienda, en el momento de los destilados, permanecer a más de un metro del compañero o compañera objeto de licenciosos deseos. Por su puesto, no entonar el Asturias Patria Querida, y evitar la visita a un karaoke cercano.
Los amantes de las cenitas -aquellos que ven en ellas la oportunidad para que el resto de los mortales disfruten de su agraciada personalidad, simpatía y don para las relaciones públicas-, dispondrán pronto de una aplicación para no perderse ninguna. Gracias a la Inteligencia Artificial, podrán acudir a la cenita del club de pádel, de los amigos del face, de los compañeros de la mili, del club de yoga, de antiguos alumnos de la facul, del barrio, de la peña de fútbol, o de la cofradía, al mismo tiempo. (Para que luego digan que los algoritmos son un peligro).
Si a estas alturas del calendario usted ya ha acudido a uno de estos trances navideños, se espera que las enseñanzas adquiridas le sirvan de algo. Si ha salido escaldado, avergonzado o superado por los acontecimientos sufridos durante ese ágape -y tiene en el horizonte varias cenitas más-, siempre le quedará la opción de ser excusado. Argumentos no faltan y ahí van algunos: 'me pilla muy lejos el restaurante', 'me coincide con el aniversario de boda de mi cuñado', 'tengo el colesterol alto' o, simplemente, 'en la última me pilló la Guardia Civil y me quedé sin puntos'.
Incluso puede argumentar que, simplemente, no le gustan las cenas de Navidad. Allá usted si elige esta opción, porque ya sabe a lo que se arriesga. Le pueden acusar hasta de constitucionalista.