Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Puro lamento

02/03/2025

Esta mañana he comprado, por dos euros –digo bien, dos euros; prácticamente lo que cuesta un café con leche–, dos hermosísimos poemarios: uno, Las coplas por la muerte de su padre, el maestre don Rodrigo, Ed. Magisterio Español, 1979, Madrid. Con una interesante introducción de Margarita Smerdou Altolaguirre; el segundo, otro bello poemario, La destrucción o el amor, del Nobel español Vicente Aleixandre,, El País, Madrid, 1945
 Y, en vista de que hacía una cierta bonanza, he caminado pausadamente hacia los Jardinillos y me he acomodado en un acogedor banco junto al exótico templete. A tan temprana hora el parquecito estaba casi desierto. Lo primero que he hecho ha sido cerrar los ojos, respirar hondo y dejar que aire fresco y húmedo de la umbría inunde mis pulmones. Así he permanecido un par de minuto; pero tomando constancia del peligro de la nostalgia, los he vuelto a abrir, he acariciado ambos lomos, y he empezado con Jorge Manrique. En la página de cortesía el nombre de la propietaria, Carmina Yáñez, 1982. Y, acto seguido las eternas preguntas y las eternas suposiciones. Qué necedad, separarse  de tan sublime tesoro: "Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte,/ contemplando: / cómo se pasa la vida, / cómo se  viene la muerte / tan callando; /cuán presto se va el placer,/ cómo después de acordado/ da dolor, cómo a nuestro  parescer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor.//  Y así hasta… Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar,/ que es el morir:/ allí van los señoríos / derechos a se acabar/ y consumir…  
 ¡Ay, Carmina, cómo te tuvo que defraudar la vida para desprenderte de las palabras que dan consistencia a lo hispánico! O puede que fuera la muerte la culpable.
Paso al no menos hondo poemario de Aleixandre, Premio Nobel de 1977, el cual, poco antes de morir, nos escribía a los compañeros de la recién iniciada revista: "Queridos amigos míos en Barcarola: yo también estoy navegando con ustedes, y me siento libre y feliz entre las olas en tan amistosa compañía. Hay que decir que la revista  merece su bello nombre y posee hechizo propio para quien la tiene  es sus manos. (Y así sucesivamente hasta aceptar el padrinazgo, y dándonos con ello la vida).
¡Qué clase! ¡Qué humildad! ¡Qué don el suyo!
Esta vez el volumen se presentaba huérfano, pero bastaba introducirse mìnimamente en sus páginas para sentir su excelsa lluvia de incomparables metáforas: "Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, / quiero ser tú / tu sangre, esa lava rugiente / que regando encerrada bellos miembros extremos / siente así lo hermosos límites de la vida". Me disponía a seguir mi paseo, cuando me vinieron las palabras del gran especialista en este inmenso poeta, el conocido catedrático Alejandro Duque Amusco: "Vicente Aleixandre, siempre tan apartado del foco mediático, y tan centrado en su poesía, resulta que ahora sólo es recordado por los asuntos extraliterarios, políticos y judiciales, y rara, muy rara vez, por su admirable obra poética. Es muy triste".
 Y me alejé, tentado en dejar los dos poemarios sobre el banco para seguir haciendo girar, como suele decir mi amigo José Ángel Sánchez, la rueda de la literatura, que es la de la vida. "Juan, que no nos caben los libros en casa"
Pero yo le respondo: "Hace falta tener poco corazón para ver en una estantería perdida de una librería de lance libros como Bella del señor de Albert Cohen o Infancia y corrupciones de Antonio Martínez Sarrión, y no adoptarlos.
¡Porca vida! Y ¡Porca miseria!