No es que quiera prolongar el tema, pero como soy bastante aficionado al fútbol, y también a la interpretación jurídica, aprecio que el caso del penalti anulado a Julián Álvarez en la tanda que decidió el pase a cuartos de la Champions a favor del Real Madrid sirve como buen ejemplo de los destrozos que se pueden llegar a hacer cuando no se sabe interpretar adecuadamente, e incluso cuando los hechos a los que les resulta aplicable el derecho no son apreciados por un humano con buena voluntad y sentido común según lo que deriva de la percepción sensorial 'normal'. Porque esto es lo primero que conviene destacar: la introducción de la tecnología en el fútbol, y en concreto el llamado VAR, como en todas las facetas de nuestra vida, se supone que puede ser útil cuando permite corregir errores humanos más o menos incuestionables, o para resolver dudas manifiestas. En cambio, parece bastante errónea su utilización para 'ver' lo que el ojo humano no ve, ni puede apreciar en directo nadie entre los millones de personas que contemplan la escena, ni se ha apreciado nunca como infracción cuando se han dado situaciones similares durante más de un siglo de historia del fútbol. Por este camino, llegaremos a una especie de 'transhumanización' del fútbol, cuyas reglas serán aplicadas no por un ser humano, con capacidad para equivocarse y ser corregido por una máquina, sino directamente por un instrumento tecnológico capaz de apreciar hechos o situaciones con tal detalle que lo que sería a todas luces irrelevante para un ser humano (un eventual -y nunca demostrado- roce del balón con el otro pie) pasa a ser el factor decisivo para la aplicación de una regla, cuyo sentido se pierde entonces por completo.
Y esta es la segunda idea: solo un ser humano puede interpretar y aplicar teniendo en cuenta todos los factores. Aquel viejo aforismo «da mihi factum, dabo tibi ius» que sugiere un posible automatismo en la aplicación del derecho, parece totalmente inaplicable en una gran parte de los casos. La labor de interpretación es siempre compleja, o al menos implica utilizar ciertos criterios. En el ejemplo que comentamos bastaría una interpretación sistemática. Aun concediendo (a efectos meramente dialécticos) un 'roce' del balón con el otro pie, y aun concediendo que fruto de este roce el balón se ha movido un milímetro -lo cual tampoco se aprecia- eso nunca sería relevante, si tenemos en cuenta que justo antes de la regla que dice «el ejecutor del penal no podrá jugar el balón por segunda vez hasta que lo haya tocado otro jugador» existe otra que indica «el balón estará en juego en el momento en que se golpee y se desplace con claridad». Y en fin, está también el criterio del espíritu y finalidad de la regla, que conduciría al mismo resultado. Pero no tener en cuenta todo esto ya no es un grave error de la máquina, sino del humano.