Juan Ignacio de Mesa

Barrio de Santo Tomé

Juan Ignacio de Mesa


Historia

08/04/2024

A los de mi generación, el acceso a la Historia se limitaba a las enseñanzas recibidas en Bachillerato en las que nos quedábamos, como mucho, a principios del siglo XIX y a los pocos libros que, una vez pasada la censura, encontrábamos en las bibliotecas siempre y cuando el funcionario de turno, (o funcionaria en el caso de Toledo) te considerara apto para acceder a su lectura. Quizás por esto, en mi primer verano de trabajo en París, al término de los exámenes de primero de Económicas, uno de mis sueños era poder leer libros que me permitieran conocer mejor la Historia de España. Grandes catedráticos de Historia de la Economía, como D. Francisco Simón Segura y D. Gonzalo Anés, me habían descubierto un mundo de conocimiento al que quería acceder. En París encontré el paraíso de la Librairie Papeterie Joseph Gibert. Allí estaban acostumbrados a ver españoles sedientos de encontrar libros sobre España. Descubrí a Pierre Vilar, Joseph Pérez, Hugh Thomas, Gerald Brenan, etc. Me gasté lo que pude de lo que ganaba trabajando de mozo de carga en la Editorial La Croix. Pero la inversión merecía la pena. El paso de la frontera a la vuelta de aquel verano no estuvo exento de anécdotas para lograr que aquellos libros, prohibidos en España, pudieran pasar sin ser requisados, más las posibles consecuencias para el que los llevaba. Era el verano de 1965. Tuvieron que pasar dos lustros para no tener libros censurados por motivos políticos en nuestro país. La libertad de expresión, así como el acceso a un sistema democrático llegó poco después. Hoy podemos acceder a todo tipo de publicaciones, pero ¿existe verdadera libertad de expresión? Me preocupa la forma en que se está manipulando la Historia, se ha impuesto un maniqueísmo preocupante, que, como aquella religión del siglo III d. C.  intenta reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo, en donde los que piensan como yo son los "buenos" y los demás son los "malos". Han pasado casi 60 años desde aquel 1965 en que descubrí la libertad de poder acceder a libros que me contaran la Historia de España para yo poder disponer de información suficiente para formar mi opinión. Hoy recuerdo las precauciones que tuve que adoptar para poder pasar la frontera de vuelta a España y veo que están coartando mi libertad. Los libros, casi que me da igual que me los quiten, los tengo en mi cabeza, pero ¿me quitarán mis ideas por no coincidir con la ortodoxia del poderoso?