Que no estábamos preparados para una catástrofe de la magnitud como la sufrida con la última DANA, es evidente. Que no se ha actuado con la diligencia necesaria ni se han prestado los medios precisos desde el primer momento, también. Cierto es que ha sido totalmente imprevisible, pero no hace mucho la isla de La Palma sufrió la erupción de un volcán y las consecuencias sufridas, enormes desde un punto de vista material, sólo produjo una víctima mortal a lo largo de los 85 días que estuvo en erupción el volcán. Pero ahora toca resolver la situación causada, indemnizar a las víctimas, reconstruir las infraestructuras, viviendas, establecimientos y edificios de todo tipo. Compensar las pérdidas a familias, empresas e instituciones, etc. etc. 
Y aquí podemos comparar con lo llevado a cabo en situaciones anteriores. En la isla de la Palma se sigue, después de tres años, esperando que se resuelvan parte de los problemas causados. Cierto es que los daños de la DANA van a precisar de unos tiempos de respuesta que no van a ser inmediatos, pero conviene tener claro el cómo se van a enfrentar las distintas administraciones al reto de atender con agilidad las demandas surgidas con motivo de esta catástrofe. No es por comparar, pero ejemplos de desidia en la respuesta de la Confederación Hidrografica del Tajo, a los problemas derivados de las dos últimas DANAS sufridas, hace que me preocupe respecto a que todo pueda encaminarse a una solución relativamente rápida. 
Cauces de arroyos sin limpiar, acumulación de residuos en los ojos de algunos puentes, etc. etc., hace ver que no se resuelven problemas del pasado y se posibilita que futuras DANAS, generen más daños que las anteriores. Y confío en que, de forma inmediata, se constituya una comisión que estudie cómo estar preparados para minimizar los daños de futuras catástrofes y crear organismos con competencias claras y medios suficientes para actuar.