Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Ciudades patrimonio: civitas, urbs y polis

23/10/2023

En la novela 'La muerte en Venecia', de Thomas Mann, publicada en 1912, la capital del Véneto, heredera de una historia gloriosa, es una ciudad romántica, misteriosa, con una estética sugerente de palacios, canales estrechos y fondamenta y en cuya playa del Lido muere el conde von Aschenbach. Un siglo después lo que se arriesga es el futuro de la ciudad como un ente vivo y no un mero museo al aire libre o, peor, un parque temático; es decir, la muerte de Venecia.
Hace pocas semanas, por tercera vez en la última década la localidad italiana se salvó de ser incluida en la lista del patrimonio de la humanidad en peligro en la 45ª asamblea del Comité del Patrimonio Mundial celebrada en Riad. En sí misma considerada, la afluencia desbordada de turistas (ya hay más camas en la oferta de alojamiento que habitantes del centro histórico) no es el peligro fundamental para la muerte de una ciudad patrimonio de la humanidad, en Venecia se han instalado tornos para regular el flujo de visitantes y se ha frenado la escala de cruceros; lo esencial es conservar la civitas, el tejido social. Una ciudad puede morir por diversas causas, algunas incontrolables en caso de que se produzcan como los desastres naturales imprevisibles pero hay otras cuyo éxito destructivo depende de la voluntad y decisión humanas, como la pérdida de la identidad, esto es, la desaparición del espíritu específico de comunidad que le infundió su memoria durante siglos.
Ello ocurre si la ciudad renuncia a mantener una visión compartida y sustentada, en su devenir histórico, como colectividad adaptada al desarrollo social presente y que se anticipa al futuro. El gran riesgo de Venecia no es tampoco, aun siéndolo, el 'agua alta' ni el proyecto de nuevas construcciones que afecten al perfil de la ciudad sino el de perder su espíritu, sucumbir a la tentación de la uniformidad vital y convertirse en un parque temático incómodo para sus vecinos.
La población de la ciudad de la laguna está disminuyendo notablemente desde hace décadas, desalentada por la falta de impulso en forma de capital humano e innovación y la presión del turismo masivo que expulsa a los venecianos. Una ciudad es la suma de la urbs, la civitas y la polis. Es el espacio construido, los edificios, las infraestructuras, las calles, las murallas, pero también el cuerpo social, la comunidad de ciudadanos, la vida cotidiana, las relaciones sociales, culturales o profesionales y es, al mismo tiempo, la entidad político-administrativa, el gobierno,  la planificación y ordenación. Es, en definitiva, el resultado decantado de la coexistencia de estas tres dimensiones, que se necesitan y deben complementarse armónicamente para definir el modelo de asentamiento humano que responda a una visión compartida. Es decir, una ciudad patrimonio de la humanidad no podemos entenderla limitada a monumentos, construcciones, historia y paisaje que admirar sino que también lo son las personas, mayores, jóvenes e infantes; profesionales, jubilados y estudiantes, que la habitan y en la que trabajan, estudian, se divierten, se relacionan, pasean y consumen.
Los peligros que amenazan a Venecia también lo hacen en términos similares, salvo los riesgos de las subidas de las mareas, a otros sitios patrimonio mundial. En este sentido, puede ser útil la reflexión que formuló hace varios años el arquitecto Carlo Ratti sobre un modelo urbano innovador basado en un nuevo contrato social adaptado a lo que se ha llamado espacio de flujo global, en definitiva, repristinar la urbs sobre la base insustituible de una civitas próspera comprometida con el presente y el futuro y apoyada con medidas acertadas adoptadas por la polis.