Estaba yo dispuesta a escribir sobre las maravillas de nuestra tierra, perimetrada por decisión del gobierno y diseñada por obra y gracia de la división geográfica que se gestó en la España de las autonomías, cuando tuve conocimiento de una de las noticias que más he esperado desde hace meses: el cese de Aurelia Sánchez como consejera de Bienestar Social. Así pues, no me ha quedado otra que despedir a la señora Sánchez como merece, máxime cuando no se va a su casa, como sería de justicia, sino que se marcha al Senado, por designación de Page, para sustituir a Fernández Vaquero, que en paz descanse. Ya sea un modo sutil de deshacerse de una nefasta gestora o bien se trate de un premio, no sé a qué, lo cierto es que la exconsejera seguirá la cobrando un suculento sueldo público, auspiciada por el presidente, quien se preocupa de dejar colocados a los suyos aunque no en una empresa, sino con el dinero de todos. Así cualquiera.
En su despedida, la gestión de Sánchez ha despertado la unanimidad de la oposición: ha sido lamentable. Y ese consenso es el único que ha logrado desde que el presidente de Castilla-La Mancha, hace seis años que se nos antojan seis décadas, decidiera nombrarla consejera del ámbito más sensible del gobierno, pese a que ella no derrochó cualidades para tal menester. Recuerdo que en una de sus primeras intervenciones en Toledo, ella es de Albacete, dijo que no pensaba abrir el Hospitalito del Rey porque no hacían falta residencias de mayores. Públicas, quería decir, porque se dio el visto bueno una privada. Hay que reconocer que mantuvo su palabra y no solo no ha puesto en marcha el espléndido geriátrico que se rehabilitó, con ocho millones de euros de nuestro dinero, en el corazón del Casco histórico, sino que se mantuvo impertérrita ante el desmantelamiento del centro en plena pandemia.
Esto queda en mera anécdota si analizamos el informe que daba a conocer este martes la Plataforma Envejecimiento en Red, el primer gran estudio sobre las muertes en residencias de ancianos, en el que Castilla-La Mancha se sitúa como la segunda Comunidad, después de Madrid, en número de fallecidos en relación a las plazas ocupadas en geriátricos. Un trágico logro, símbolo de su falta de transparencia en la gestión de las residencias, ¿hay comité de expertos?, sumado a un inexistente diálogo con familiares y materializado en un riguroso encierro de los mayores, desoyendo los consejos de los propios geriatras, quienes han alertado de los efectos emocionales de esa estricta separación de sus seres queridos, que se ha mantenido incluso después de la vacunación. Salvo que estuviera la tele, que entonces sí había abrazos. España Directo, 22 de marzo.
Tampoco su labor en el ámbito de los más desfavorecidos ha brillado. En nuestra Comunidad, el riesgo de pobreza alcanza al 30,7% de sus habitantes, según el informe del pasado octubre de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Dramático. Siento que Aurelia Sánchez se vaya de rositas, pero tanta paz lleve como descanso deja. Su sucesora, Bárbara García, se enfrenta a retos importantes en una Comunidad muy envejecida, pobre y despoblada. Habrá que darle un margen de confianza, aunque ni su preparación académica ni su curriculum generan grandes expectativas. Ahí entramos en la necesaria formación de los políticos. Pera esa es otra historia.