Desde diciembre de 2012, La Tribuna de Toledo me acoge en sus páginas para publicar estas columnas en las que cada domingo dejo mis opiniones, reflexiones o interpretaciones sobre cuestiones de actualidad. Ésta debería ser la última de la temporada antes de iniciar el periodo vacacional, pero la escribo con la incertidumbre por saber qué pasará a partir de septiembre cuando este diario inicie una nueva etapa y, sobre todo, sobrecogido por el futuro laboral y personal de cuantos compañeros y compañeras puedan verse afectados por el desmedido ERE que ha planteado el grupo Promecal y que dejaría en la calle a gran parte de su plantilla. A todos ellos reitero mi apoyo, solidaridad y mejores deseos.
Junto a ese respaldo, quiero agradecerles el respeto con que tratan mis textos. Jamás he recibido indicación o corrección sobre su contenido, pese a que no suelen coincidir con la línea editorial de la empresa ni con el posicionamiento ideológico de buena parte de sus articulistas. En las trescientas sesenta y cuatro columnas publicadas hasta hoy me he expresado con libertad, sin más límites que cuantos yo me he impuesto, procurando trasladar lo que pienso educadamente, defendiendo aquello en lo que creo y dicta mi conciencia.
Escribir semanalmente una pieza tasada (unos 2.330 caracteres en este caso) es un ejercicio enriquecedor y disciplinado, que exige buscar la concreción, desechar lo superfluo y encontrar las palabras adecuadas. Me obligo a trabajar los textos, procurando que sean redondos, correctamente escritos y que su lectura interese incluso a quienes no comparten su contenido. En cada columna siempre queda algo de mí y me siento afortunado por la cariñosa y asidua atención de cuantos lectores me siguen y me trasladan sus comentarios.
Todo camino, y estas columnas lo son, tiene un principio y un final. Aún quedan semanas hasta llegar septiembre y saber cómo concluirá este conflicto laboral. Por si acaso no continuamos aquí, gracias de nuevo a todos, compañeros del diario y lectores. Y ahora, cuando el panorama informativo en Toledo y en Castilla-La Mancha se torna más sombrío, conviene recordar aquello que afirmaba el profesor Aranguren: “El lenguaje debe servir para decir la verdad”, aunque no faltan desaprensivos que lo utilizan para deformarla, ocultarla o mentir. Que cada cual elija dónde estar.