Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


La ceja

21/05/2024

La expresividad facial no sería la misma sin la ceja. Su presencia, tamaño, frondosidad, extensión, orientación, altura, inclinación o simplemente inexistencia, son rasgos definitorios en el rostro humano. Cede protagonismo en tal menester al color y forma de los ojos, a los que acompaña sin recelos. Lo hace con la misma generosidad que una buena madre regala en el cuidado de sus niñas. Con humildad, ofrendando su presencia para que los ojos sean el único foco que ilumine el semblante. La ceja es la tilde de la cara. Marca y cincela el devenir del rostro aunque, en ocasiones, se olviden las reglas de la acentuación.
Aparentemente, esta parte de la faz es un elemento de segundo orden, pese a poseer magia y personalidad propia. Aparece y desaparece con subidas y bajadas de forma sorpresiva, como figura clave de la comunicación no verbal. Lo hace, a veces, con el apoyo y ayuda del dedo índice para ganar empaque, fortaleza y sensación reflexiva. Los textos antiguos -y la tradición oral-, recomiendan no estar entre ceja y ceja de nadie.
En algunos casos, la ceja se convierte en el rasgo más definitorio del ser humano que la ostenta y posee, concediendo un branding y una imagen propia en el transcurrir de los tiempos. Ahí están, por ejemplo, Frida Kahlo, Carrero Blanco, Paul McCartney o Cruella de vil. Todos ellos -y muchos más también con historia hasta las cejas- han sido significados, retratados, recordados y dibujados a lo largo del tiempo por ese distintivo elemento facial.
En épocas más actuales, la ceja llegó a convertirse en signo de diferenciador y de significación política. Incluso de arma electoral, teniendo adeptos y detractores. Su poder como herramienta de comunicación es indudable. Levantar una ceja está asociado a un indicio de interés, desdén o desconfianza. Como expresión de lenguaje no verbal, puede revelar los pensamientos y sentimientos del autor del gesto. A veces, ese movimiento transmite sorpresa, duda, incredulidad o incluso interés por el contexto. De ahí, las diferentes maneras de interpretarlo, según la cultura y el individuo. Su arqueo -un gesto aparentemente insignificante-, oculta un poder cósmico que transmite mensajes sutiles y directos. Como un buen editorial. 
En la actualidad, la ceja más famosa por su sapiencia en el arte de ser elevada, pertenece a Carlo Ancelotti. Nadie como él para levantar esa parte del rostro con autoridad, magisterio, caballerosidad y elegancia. Por eso, el entrenador del club más laureado del mundo es el maestro en el dominio de tal facultad. El míster italiano ha elevado la ceja hasta el límite sublime que marca la elasticidad en el rostro humano. 
La ceja de Ancelotti traspasa barreras lingüísticas, y se ha convertido en una forma de comunicación universal. Cuando la eleva, también lo hacen muchos sentimientos legendarios y cautivadores. Tantos, como el legado que ha dejado para el Real Madrid. Su arqueo de ceja es una vitrina de trofeos y gloria.
Háblame del mar, Ancelotti.