Cuando en 1989 cayó el muro de Berlín y en 1992 se desintegró la Unión SoxPolíticas de la Universidad Complutense de Madrid (la Facultad de Podemos).
No hace falta investigar mucho para encontrar una norma precisa que oriente a una economía para cumplir con lo que la ética cristiana le exige. Dicha norma se encuentra en la Encíclica de San Juan Pablo II "Centésimus Annus" que publicó el 1 de mayo de 1991, para conmemorar los 100 años de la Encíclica de León XIII "Rerum novarum" y cuya lectura, a pesar de haber transcurrido más de treinta años resulta de plena actualidad.
En su punto 42 dice textualmente el Papa:
«Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa».
Veamos los requisitos que debe reunir una economía para estar de acuerdo con la ética cristiana, que es igual que decir estar de acuerdo con el humanismo cristiano.
Primero, se reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa. Se refiere a la empresa privada, la que crea empleo, al 95% de las empresas pequeñas y medianas en España, a los autónomos, que también crean empleo. No se refiere a la empresa pública ni al empleo público, tan desarrollado en nuestra Patria (más de cuatro millones de funcionarios y empleados públicos), sino a la empresa privada, la que arriesga. Además, le reconocen un papel "fundamental" y "positivo", es decir, que sin empresa privada una economía no puede considerarse que cumple las mínimas exigencias éticas.
Segundo, se reconoce el papel fundamental y positivo del mercado. Es decir, de la libre fijación de los precios según la oferta y la demanda. Pero no quiere decir que sea un marcado libre y ajeno totalmente al papel del Estado. Ello llevaría a un capitalismo salvaje, expresamente rechazado por el Papa. Se trata de un mercado en el que la intervención del Estado debe ser para fijar el marco de actuación y dentro de ese marco se produce la libertad de actuación. El ejemplo más claro es el derecho de la competencia. El Estado fija las normas y dentro de ellas la empresa que sea más eficiente saldrá adelante. Lo contrario sería un intervencionismo propio de las economías planificadas.
Tercero, se reconoce el papel fundamental y positivo de la propiedad privada. Se ha discutido mucho en la Doctrina Social de la Iglesia el papel de la propiedad privada. Hoy prevalece la atribución a la propiedad de una función social. Pero ahora lo importante es que sin el reconocimiento de la propiedad privada no hay valoración ética de la economía. Por ello, cuanta menos propiedad pública halla en una economía, más se acercará a dicha valoración.
Cuarto, la correspondiente responsabilidad con los medios de producción. Significa este requisito que según a quien pertenezcan los medios de producción existe una responsabilidad de su uso. Si son públicos tales medios, la responsabilidad es del Estado; si son privados, la responsabilidad será de su propietarios o accionistas. En ambos casos, la producción que se elabora con tales medios implica una responsabilidad de sus titulares.
Y quinto, la libre creatividad humana. Significa este requisito que es imprescindible la capacidad de invención y de innovación que tiene el ser humano sea aplicada o aplicable a la economía. El avance incontenible de los medios de producción y de la tecnología, que cada día ofrecen una novedad o perfeccionamiento, sería impensable sin la libre creatividad.
Cuando se cumplen estos cinco requisitos, la respuesta es positiva, cualquiera que sea la denominación que se dé a esa economía: de mercado, de empresa o libre. Esa economía cumple los requisitos para considerarse adaptada a la ética cristiana.
En el próximo artículo analizaremos lo que es una economía que no se adapta a la ética cristiana.