Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Un triunfalismo que sonroja

15/01/2025

Pedro Sánchez debe creer que los embajadores de España no leen más que lo que los resúmenes que les preparan sus consejeros de comunicación, como hace él mismo con los que le prepara su gabinete. Los embajadores -excepto algunos a los que ha pagado los servicios prestados haciéndoles embajadores sin saber nada de política internacional, a veces sin conocer una palabra de inglés- son personas muy preparadas que han aprobado una difícil oposición y se han formado en el servicio a España fuera cual fuese su ideología y la del gobierno. Incluso el ministro de Cultura, de Sumar, como diplomático que es, actúa con prudencia cuando opina sobre asuntos internacionales.

Cuesta aceptar que en su intervención en la reunión anual de embajadores, el presidente se haya expresado con un triunfalismo tan exagerado; alguien tendría que haberle explicado que aquellos hombres y mujeres que le escuchaban conocen muy bien qué ocurre en los países en los que representan a España, saben perfectamente lo que se cuece en los pasillos y salas de las sedes de instituciones internacionales, y cómo se respira respecto a las decisiones que toma el gobierno español.

Conocen de memoria la pérdida de influencia de España en Latinoamérica, saben mejor que nadie que el Gobierno de Sánchez intenta instrumentalizar la Justicia y que las instituciones europeas viven con preocupación iniciativas que recuerdan a las del siempre mal visto presidente húngaro, Orban. Conocen los problemas de presunta corrupción que afectan a la mujer de Sánchez y a su hermano, y que el Fiscal General del Estado está imputado por el Tribunal Supremo. Vaya si lo saben.

Esos embajadores destinados en el exterior leen lo que publican los medios de los países en los que ejercen un trabajo para el que tanto estudiaron, se relacionan con compañeros de otros países y conocen por tanto qué se piensa del gobierno de España en las principales capitales del mundo: que está a la cola de Europa en empleo, que la vivienda es un bien de imposible alcance para un salario medio, que los jóvenes emigran por falta de oportunidades, que la deuda es imposible de pagar y que si no se mantiene el turismo los españoles lo van a pasar mal. Por no mencionar que el papel de España en asuntos de relevancia internacional no es, ni de lejos, el que tenía en tiempos de Felipe González o de Aznar. Que solo el Rey Felipe da la talla, como la dio en tiempos el Rey Juan Carlos.

Los embajadores, o parte de ellos, es probable que hayan sentido sonrojo ante frases presidenciales de un triunfalismo que abochorna: España se abre al mundo "con voluntad de liderazgo", vive un momento económico "absolutamente extraordinario", cuenta con las mejores credenciales "para hacerse escuchar", o " inspiramos confianza como nunca antes". Eso sí, Sánchez reiteró su posición antimilitarista al advertir que la seguridad va "mucho más allá que el gasto de Defensa", haciendo una apuesta por la seguridad climática.

Si tiene tan gran concepto de sí mismo, es difícil mantener la esperanza de que algún día rectifique.