Pedro Sánchez tiene todo el derecho del mundo a viajar a China. Es más, todo gobernante tiene obligación de abrir su país al mundo, captar inversores extranjeros y promover iniciativas de todo tipo en el exterior, tanto industriales como de infraestructuras o programas culturales. De hecho, en la mayoría de los viajes acompañan a los presidentes, como ocurre también con los Reyes, empresarios a los que se les abren puertas habitualmente cerradas cuando forman parte de las comitivas oficiales.
Nada que objetar por tanto a este nuevo viaje asiático de Pedro Sánchez. Lo que provoca cierta sorpresa es que sea el tercero a China en dos años cuando China, parecen muchos. Y es más sorpresa todavía que lo haga de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero.
El expresidente ha montado una consultora – lo que en el mundo empresarial se llama un "chiringuito" financiero- con la que trabaja en Venezuela y en China, donde ha creado una red de importantes contactos políticos y económicos. Nada que objetar tampoco, Zapatero tiene todo el derecho a crear sus propios negocios y ganar dinero con esos negocios. Lo único que sería reprochable es que esa actividad empresarial rozara la ilegalidad, que no parece que sea el caso. Nadie queda incapacitado para b buscarse económicamente la vida si ha pasado previamente por la política. Nadie. Eso sí, debe cumplir la ley como cualquier ciudadano. Más si cabe, precisamente para que no haya sombra de sospecha hacia la clase política y su obligada conducta ejemplar.
Por tanto, bienvenida sea la gira de Sánchez por Vietnam y China, y ojalá traiga inversiones, promesas de contratos en infraestructuras para empresas españolas y trato de favor de las autoridades comerciales chinas a España; faltos estamos de que nos traten bien cuando Trump y sus aranceles nos pueden hacer un daño de graves consecuencias. De irreparables consecuencias.
Lo que ya no está tan bien es que Pero Sánchez presuma de que el viaje lo hace como intermediario entre China y la UE en un momento tan delicado como este, con una guerra entre un país europeo, Ucrania, y Rusia, socio eterno de China. Desde Bruselas se ha negado taxativamente que el jefe de gobierno español tenga una labor de intermediación con China; como se ha negado que tuviera el visto bueno previo de la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen.
Y esto último es ya un asunto serio, porque se viven días complicados en el escenario internacional, Trump mueve hilos que causan consternación y además son cambiantes, lo que causa inestabilidad. La UE intenta moverse con la máxima cautela en todo lo relacionado con China precisamente para no agravar más las cosas con Estados Unidos, Trump considera a China su peor enemigo. Sánchez, qué menos, tendría que haber actuado con más prudencia. Por los intereses de la UE y por los intereses de España.
La idea de que Sánchez se mueve interna e internacionalmente al son que le marca Zapatero dice poco del presidente… y es inquietante.