El que espera se desespera. Al respecto de las posibilidades que tiene el PP para llegar a La Moncloa, en los comentarios de los lectores de los medios digitales conservadores se perfila algo parecido al desánimo en relación con el equipo que encabeza Alberto Núñez Feijóo.
La crítica más recurrente apunta a la dificultad para visualizar en ellos a los integrantes del futuro Gobierno de España ,lo que en la tradición política británica se conoce como "Shadow cabinet ",el gobierno en la sombra. Echan en falta figuras con relieve político y capacidad para trasladar una imagen de solvencia profesional como en el pasado fue habitual en otros consejos ministeriales. Profesionales que antes de llegar a la política habían destacado en la vida privada, líderes avezados a la hora de hablar alejándose de los sargazos de los argumentarios. Los ciudadanos descontentos con el actual Gobierno y que podrían estar dispuestos a votar al PP deberían saber lo que pueden esperar de quienes se presentan como alternativa: después de Sánchez, ¿qué? y con quién al frente de los diferentes ministerios.
La tarea del sanedrín de Génova, como sucede ahora, no debería solaparse con la del Grupo Parlamentario. Ni reiterar tanto las reuniones con los presidentes autonómicos y alcaldes del PP como fórmula un tanto pueril de contraprogramar los eventos que organiza La Moncloa. ¿Por qué? Pues porque al final de este tipo de actos solo queda una declaración en algún telediario y poco más. Y porque evidencian qué pese a ser el PP en número de diputados y senadores el partido más importante de España, a la postre, su dirección se muestra impotente a la hora de conseguir crear un clima político de cambio como hemos conocido en otros momentos de nuestra historia reciente.
Teniendo en frente a Pedro Sánchez, un político sin escrúpulos que está a punto de cerrar pactos con todos los socios del conglomerado Frankenstein para aprobar los Presupuestos para 2025 y, llegado el caso, prorrogarlos hasta alcanzar 2027, la dirección del PP no debería dormirse confiando en que basta con denunciar la presunta corrupción que afecta al entorno presidencial. A la vista del cinismo que se despacha esta temporada en las filas de la izquierda, parece evidente que los casos de corrupción no tumbarán al Gobierno que preside Pedro Sánchez. De ahí la sensación de desánimo.