El desgarro proviene de contemplar la imagen actual del Tajo. El desgarro se produce cuando alguien observa que el río, antiguamente caudaloso, ahora se puede cruzar andando por alguna parte de su cauce. Así le pareció al periodista de La Tribuna de Toledo, que el sábado, 4 de mayo, titulaba un texto y una fotografía así: «Desgarradora imagen del Tajo: la gente cruza de un lado para otro». Solo se precisa sensibilidad para entender que el desgarro que detecta el periodista se ha venido fraguando desde que, contra todas las previsiones de cambio climático y disminuciones de lluvia, se mantiene el Trasvase por intereses económicos ajenos que trastocan un territorio entero.
No hace mucho escribí sobre el Tajo y cité el planeta 'Arrakis' de las novelas y películas de 'Dune'. Pretendía ilustrar con la ficción novelada el avance de la desertización que amenaza a varios territorios de España. También allí escribí sobre la hipótesis del cauce seco del Tajo. El titular del diario local y las imágenes que lo acompañan acreditan que, lo que se aventuraba en aquella opinión, se hace realidad antes de lo imaginado. Pero igual de desgarrador es que, quienes explotan los recursos del expoliado se junten para defender su botín como derecho inalienable, mientras los explotados se dividen y se enfrentan entre ellos. Comportamientos arquetípicos de los pobres y los tontos. Madrid y Levante impugnan las caudales mínimos del río que, aprobados por la justicia, abren una rendija a la racionalidad hídrica, y de la otra, para estas tierras.
Pero se vislumbran amenazas más contundentes para el Tajo en el futuro. Madrid que, desde los inicios del trasvase ha estado presente con el uso del agua limpia y la contaminación de sus vertidos, rastrea todo tipo de aguas que puedan ser acaparadas, ante la perspectiva de llegar a los ocho millones de habitantes. Quieren más. Madrid, capital de las instituciones públicas y privadas, sediento, desideologizado cuando del agua se trata, acabará con cualquier pretensión que los ribereños del Tajo pudieran albergar. Incluso aprenderán a reutilizar sus propias aguas grises que ahora vierten al Tajo. En fin, las generaciones que nos sucedan añorarán con nostalgia romántica el cauce de mierda y aguas contaminadas que nosotros disfrutamos.