Decía Gustave Le Bon que "gobernar es pactar, pactar no es ceder". Cualquier pacto incluye necesariamente cesiones, pero eso no significa debilidad sino fortaleza si lo que se busca y lo que se consigue es el bien común, el bien de una mayoría y no los privilegios de unos pocos. Ahora que Trump ha puesto todo patas arriba, parece que PP y PSOE se han acercado y, al menos, están hablando sobre una respuesta común en nuestro país a las amenazas de Trump que van a dañar seriamente nuestro tejido productivo, ya de por sí débil. Está claro que la respuesta no puede ser sólo española sino europea, pero como luego habrá que traducir todas las medidas a lo nacional, que hablen y pacten los dos grandes partidos es imprescindible.
Es evidente que Feijóo no se fía de Sánchez, le sobran razones, que Sánchez ha puesto muros anti PP y que entre ellos el diálogo y la negociación es imposible. Por eso es bueno que hayan sido Carlos Cuerpo y Juan Bravo, dos políticos con conocimiento, moderación y capacidad técnica, los que estén manteniendo las conversaciones. Sí es cierto que el Gobierno practica permanentemente un juego de trileros -te digo que sí, no te acepto ninguna propuesta, te acepto dos pequeñas, hago trampas con Junts, le doy a Cataluña lo que niego al resto de España- pero la situación es de emergencia y, o hablan PP y PSOE, o será imposible frenar la deriva a la que Trump está llevando a todo el mundo. El progreso logrado por las últimas generaciones se puede perder en un abrir y cerrar de ojos.
La realidad es que tenemos un Gobierno agotado, paralizado y dividido en asuntos nucleares, sin mayoría sólida para gobernar, chantajeado desde todos los ángulos, sin capacidad para aprobar unos Presupuestos, que no puede fiarse ni de los socios de Gobierno ni de los de Legislatura y cercado judicialmente. Tenemos un Parlamento desvalorizado, una justicia que se resiste al control político, una Fiscalía General del Estado desprestigiada, un Tribunal Constitucional "militarizado" políticamente y al que se le abren goteras serias. Y tenemos una economía en riesgo creciente, con una imposición fiscal que tapa la falta de Presupuestos, obligada a liberar fondos del Estado mediante disposiciones de crédito para poder hacer cosas y con cifras manipuladas y nubarrones serios sobre el crecimiento del empleo.
En esa situación, Sánchez hará lo imposible por seguir en el poder, por arañar fondos europeos para el rearme, dará a sus socios lo que le pidan y reverenciará a los que le dan sus votos, como acaba de hacer ante la tumba del dictador Ho Chi Minh en Vietnam. Pero sólo tiene tres salidas.
La primera, hacer una crisis de Gobierno profunda, eliminando a todos los ministros ineficientes -es dudoso que pueda salvar a alguno- y mantener la cuota de Sumar-Podemos-Compromís-Mareas, etc. con el lastre que eso supone. La segunda, convocar elecciones, apelando al voto útil de la izquierda y al socialismo de siempre, garantizando -aunque no parece fácil que nadie le crea- que no habrá nuevos pactos con Sumar, Podemos, Bildu, Junts, ERC y demás. Y la tercera pactar con el PP un Gobierno de emergencia y de concentración o un acuerdo de Legislatura hasta 2027, echando a la periferia, donde deberían estar, tanto al populismo comunista inútil de la extrema izquierda como al populismo trumpista de extrema derecha de Vox, y a los nacionalismos del chantaje permanente.
Esa mayoría sólida de más de dos tercios de los ciudadanos, unidos por el interés común de hacer una España mejor y más solidaria, asumiría el compromiso, en los dos años que quedan de legislatura, de dar una respuesta unida a la emergencia económica, hacer las reformas imprescindibles y urgentes en el país -reindustrialización de España, reformas de la Administración, fiscal y de defensa, pactos a diez años sobre educación, justicia, pensiones, y vivienda, solidaridad entre las comunidades autónomas, política de inmigración- y acabar con el chantaje de las minorías. Un pacto transparente, sin mentiras, sin chantajes, sin ataduras mezquinas. En Alemania, conservadores y socialdemócratas lo acaban de acordar. Ya sé que una cosa es lo que necesita el país y otra lo que harán los políticos. Pero ¿por qué no nosotros también, aunque no seamos alemanes?