Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Vístete despacio

29/11/2024

¿Crecen los niños cada vez más rápido o son lanzados de etapa en etapa por padres y madres buscando ganar una ridícula carrera cuyo premio es el título al niño más precoz? De las primeras veces que fui consciente de que a la gente le gustaba ir tachando hitos en la crianza sin ton ni son y menos conocimiento fue en el momento de la mudanza del bebé del capazo a la silla de paseo. Yo solo sabía una cosa: decisiones basadas en  la ciencia, es decir, nada de hilos rojos babeados en la frente, así que en el asunto tumbado-sentado tenía clarísimo que la recomendación era hacerlo, como pronto, a los seis meses; enseguida constaté que aquello era poco menos que un acto de rebeldía, porque la ley callejera indicaba que si al bebé un día le pica el cuello y lo estira más de lo normal, hay que ir corriendo a decir que está espabiladísimo, que se mantiene erguido y cuidado que necesita, lo pide, pero míralo, ir sentado viendo el mundo, que ahí, tumbado, lo llevas al pobre aburrido. Aburrido. Con cinco meses. Y así, hasta el infinito. Absolutamente cada paso que des, por cierto, bien dado, aparecerá algún progenitor diciéndote que vas tarde porque el suyo ya planea aviones comerciales, por ejemplo. El mejor meloncito que he tenido en el huerto ha sido la silla a contramarcha en el coche. Siete años ha ido el mayor así. Siete años escuchando cuñadeces. Siete años reiterando que la más atrevida siempre es la ignorancia. Total, que venga correr y correr, como en ese capítulo maravilloso de la serie infantil Bluey, donde la pobre mamá desfallece intentando que su bebé se siente, gatee, camine… no vaya a quedarse atrás. Con lo bien que se ve todo con perspectiva, con un ángulo mayor, apreciando cada detalle e incluso aprendiendo de las caídas de quienes corren como si un picozapato los persiguiera. Bluey debería ser preceptiva para las familias con hijos pequeños y la ley que ayer aprobaron en el país original de la serie, nacida de las graves consecuencias que acarrea en los jóvenes esa celeridad impostada y permitida por los mayores desde que prácticamente nacen, para quienes los tienen grandes.

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