Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


‘Lolo, lolo’

18/07/2024

Ha vuelto a ocurrir. El fútbol ha desbordado los corazones de millones de personas en torno a un sueño común: ganar la Eurocopa 2024. Ni credos ni ideologías. Nos echamos a la calle para mostrar ese orgullo de país que tantas veces se esconde bajo la amenaza de ser tildado de facha. Peor aún, de fascista. Durante los días que ha durado esta competición en la que la selección ha ganado, ha brillado y ha ilusionado hasta proclamarse campeona, nadie por estos lares ha cuestionado ni la bandera ni los cánticos de un país que, por unos días, ha recobrado su identidad. La que nunca debió perder.
Los jugadores de la selección española, negros, mestizos, rubios, madrileños, andaluces, castellanos, vascos o catalanes, capitaneados por un entrenador de La Rioja, han demostrado que un equipo unido, más allá del talento individual, puede aspirar no sólo a conquistar Europa, sino, a buen seguro, el mundo. Las banderas han ondeado junto a esas pantallas gigantes que celebran lo que somos. Sin complejos. Con orgullo desbocado. Con ilusión a raudales. Porque sí, presuntos progresistas, habéis querido enredar con política de la vuestra, pero la mayoría hemos disfrutado en una explosión de sentimientos que nos engrandecen como humanos.
La magnitud de este deporte, a la que me refería ya en otra columna dedicada al Toledo, es infinita. En un país ávido de alegrías, este respiro de los Cucurella, Yamal, Dani Olmo, Unai o Morata, sin olvidar a Nico Williams, válgame Dios, ha supuesto un ejemplo de solidaridad, compañerismo, entrega, coraje y pasión. Simplemente contemplar esa emoción colectiva de los toledanos en la plaza de toros o en la fuente de Colón, merece un reconocimiento a quienes nos han sacado de la radicalidad para introducirnos en un mundo de alegría que nos libera, que nos incita a reconocer nuestros valores, nuestro poder, nuestro pasado y nuestro futuro, en medio de un presente que se tambalea.
Esto es deporte. Esta es una nación unida por unos ideales comunes que nadie, ni siquiera uno cuantos miserables separatistas, podrá desbaratar. Y no somos sólo los mayores los que hemos vibrado con nuestros chicos, sino que miles de jóvenes han hecho un recorrido por la historia para, a golpe de chapuzón, reivindicar que Gibraltar es español. Esa proclama la repitieron los campeones, en un despliegue de entusiasmo alejado de la prudencia, pero comprensible, salvo para los envarados ingleses.
Gibraltar seguirá siendo británico. Los acomplejados continuarán llamando fascistas a aquellos que luzcan la semana que viene una bandera de nuestro país en su balcón o utilicen sus colores para abrazar su muñeca. A quienes de verdad hemos disfrutado con el talento de esta nueva generación de futbolistas españoles nos da igual. Es más, nos apena que esos amargados nunca lleguen a sentir cómo se revoluciona su corazón con ese 'lolo, lolo' entonado a pleno pulmón cuando suena el himno nacional. Por cierto, mención especial para nuestro ídolo del tenis Carlitos Alcaraz. Somos únicos. Grandes. Campeones. ¡Viva España! Punto.