En medio de otra semana aciaga para el gobierno, y van..., descubrí el otro día algo sorprendente. Aquella mañana, en medio de una vorágine de noticias judiciales a cual peor para los intereses y la imagen del presidente, la Audiencia Nacional había enviado al Tribunal Supremo el caso Ábalos al ser aforado el afectado por la investigación de la Justicia, y el Tribunal Superior de Madrid había despachado casi con displicencia la tercera querella que se presentó contra el juez que investiga a la mujer del inquilino de la Moncloa, juez al que se quiso acusar de prevaricación por partida triple en un rapto incontenible de transparencia y colaboración con el estamento judicial. Quien la hace la paga, es el leit motiv de la foto fija en la que se mueve el poder estos días, y el instructor no iba a ser menos. Lo que pasa es que, según el tribunal, ni la hizo ni la va a pagar. Como decía, en medio de este tsunami, que se llevaría por delante a cualquier gobernante que hubiera llegado al poder abanderando la lucha contra la corrupción, me topé buscando noticias con la previsión que la oficina de prensa enviaba a los medios de comunicación. "Teresa Ribera, Vicepresidenta Tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, inaugura el Diálogo Industria-Ciudades, a las 9:45 de la mañana". De repente lo recordé: España tiene aún una ministra que, por lo que confirmaba la nota, sigue por estos lares haciendo alguna gestioncilla que otra en el ejercicio del cargo que todavía y por increíble que parezca ostenta para sonrojo del personal.
Me explico. La ministra Ribera, que lleva en el cargo desde el principio de los tiempos de los gobiernos del presidente, se presentó como cabeza de lista a las elecciones europeas por el Partido Socialista el pasado mes de junio. Transgrediendo todos los códigos de comportamiento político que hasta entonces se habían respetado en situaciones idénticas, no renunció a su ministerio para ser candidata. Se celebró el domingo electoral, perdió frente a su adversaria del PP, y la semana entrante tampoco renunció al cargo, pese a ser diputada electa del Parlamento de Estrasburgo. Pasaron las semanas, y la ministra siguió en su despacho, hasta que los periodistas un día se interesaron por la fecha de su salida del ejecutivo para enfilar el camino al euro parlamento. La respuesta no vino acompañada de rubor alguno: ella aclaró que nunca recogería su acta porque en ningún momento se planteó ser diputada en la UE. El engaño a los electores, propios y extraños, se extendió durante meses hasta que desde Bruselas se confirmó que Ribera será vicepresidenta de la Comisión Europea, el "gobierno" comunitario, en cuyo colegio de comisarios el confort que te alberga es endiabladamente placentero.
Han pasado ya casi dos meses desde ese anuncio, y por aquí sigue la ministra de la ecología y el invierno demográfico, inaugurando diálogos. Así pasará de confort a confort sin pasar un solo día sin dejar de pisar la moqueta.