Jesús Peco

Tribuna Abierta

Jesús Peco

Arquitecto


La segunda venida

26/02/2025

Póngase en situación. Es verano de 1.876. Hace calor en Talavera de la Reina. Más aún a las afueras, en el campo, donde apenas hay sombra donde refugiarse. Lo único que da cobijo del sol es un nuevo edificio, en mitad de la nada. Aislado. Es la nueva estación de tren. Está recién inaugurada y ese mismo día, 16 de julio, llegará por primera vez a la ciudad una locomotora. 
Saltamos a 1.884. Año de realización del plano de la imagen. Talavera no es más que una fracción del tamaño actual. Reducida a lo que después se ha denominado como tercer recinto amurallado. ¿Ha visto ese tentáculo que se extiende hacia el norte? Es el actual Paseo de la Estación. Se hizo unos años después de que llegará al tren, con la única voluntad de conectar la estación con la ciudad. Conectar
Pero no pierda de vista el sur. Otro brazo se lanza sobre el río y lo atraviesa, conectándolo con la orilla opuesta. Con la intención de rebasarlo. De pasar a través. Es el Puente Viejo, con la pretensión de llegar al otro lado. Permeabilidad
Una dualidad, norte y sur, que van a condicionar el urbanismo de la ciudad. Dos límites, el tren y las vías. Pero con una lógica completamente diferente: mientras que a las vías se llega y se topa con ellas (conectar), el río se atraviesa (permeabilidad).
Saltemos al 2.030. El AVE ha llegado a la ciudad. Llega en superficie y con voluntad de integración. Una nueva estación y un trazado de vías ligeramente diferente al actual. La estación mantiene su posición, se amplia y moderniza. Donde la ciudad ya ha llegado a las vías, a ambos lados, se coloca un parque, en talud, que permite pasar por debajo del trazado en unos pocos puntos concretos. Quizás demasiado pocos. ¿Permeabilidad? Sí. Pero, ¿qué conectan?
Si observa con detenimiento el plano, hacia la izquierda, las vías se separan de la urbe. Poniendo campo de por medio. ¿No resulta familiar? Es como si el afán de aquel verano de 1.876 siguiera vigente. Una vuelta al origen. En aquel final del siglo XIX surgió el Paseo de la Estación (conectar), pero jamás se consiguió pasar al otro lado (permear). Todo resulta nuevo, pero a la vez extrañamente familiar. Como una segunda venida.
El éxito o el fracaso del crecimiento de la Talavera de la Reina hacia el norte no dependerá de si el tren llega soterrado, en superficie o sobre pilonas. La permeabilidad de la infraestructura depende únicamente del diseño urbano y su interrelación con la infraestructura. De qué ocurrirá detrás de las vías. De cómo las calles de la ciudad existente se lanzan hacia el norte más allá del ferrocarril. Del afán de sobrepasarlo, no de simplemente llegar hasta él. De entender las vías como un río que vadear, no como un límite que alcanzar. Ese es el verdadero reto: planificar la ciudad del norte que reúna ambas condiciones: permeable a la vía y conectada con la ciudad existente. 
Una tarea enorme que ha quedado pospuesta por el debate inane de si el tren se entierra o no. Como si no fuera ya la segunda vez que ocurre. Como si fuera la primera vez que el tren llegara a la ciudad.

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