Como he dedicado la mayor parte de mi vida adulta a escribir, leer y editar cosas que salen en periódicos, estoy convencido de que las personas solo tenemos un puñado de temas de conversación que sentimos propios. Incluso las firmas más versátiles reducen su producción honesta a un puñado de obsesiones. Entre las mías está el mundo de los videojuegos y la convicción de que representan una forma de cultura que aún no se ha integrado con derecho pleno en el corpus por el único motivo de estas cosas tardan en suceder, de la misma manera que ocurrió con el cine.
Me sirve de excusa la publicación de 'El siglo de los videojuegos' que firman Jorge Morla y Borja Vaz, dos personas a las que no conozco de nada, pero con las que estoy plenamente de acuerdo. El ensayo sirve de argumentario frente a quienes pretenden negarle a los juegos la entrada en el mundo de los adultos. Dicen cosas como que los videojuegos no se reducen a las pantallas de disparos a las que juega tu nieto, de la misma manera que la literatura no se reduce a las cosas que escribe Paz Padilla. También repiten lo que hemos contado tantas veces: que es la industria cultural que más dinero y talento mueve hoy en día en todo el mundo.
Una proporción cada vez mayor de las series de éxito de las plataformas están basadas en videojuegos. Pasó con 'The Last of Us' y está ocurriendo de nuevo con 'Fallout' en Amazon. Continuará pasando porque tiene todo el sentido. Como estrategia de marketing (quienes disfrutaron el juego van a querer ver la serie) y porque ponen a disposición de los guionistas potencialidades narrativas ya contrastadas.