Mi última crónica de diciembre se titulaba 'el año que viviremos estrumpitosamente'. Hoy, según se va acercando la fecha, menos de tres semanas, en la que el hombre más poderoso (y temido, y criticado) del mundo tomará posesión de su cargo, me permito adaptar aquello de la 'fachosfera', palabra con la que Pedro Sánchez trataba de discriminar a la 'otra España', para referirme a la 'Trumposfera' que se nos echa ya encima. Y que va a dividir el mundo en dos: el que se siente feliz por la llegada del hombre del pelo naranja -Putin, Orban, los populismos europeos, ese Milei que dice que él es 'el otro hombre más importante del planeta'--. Y el otro mundo mundial, el de quienes tragamos saliva preocupadamente. ¿Se puede hacer en 2025 un mundo peor que el de 2024?
Se puede. Y ya me gustaría, ya, unirme a quienes, minoritarios, ven un rayo de esperanza: acuerdo entre los dos bloques, fin de la guerra de Ucrania, aunque quién sabe a qué precio, retorno de la paz, si alguna vez la hubo, en Gaza...el Cambio, para bien. Pero lo mayoritario es la aprensión ante lo que nos viene, el Cambio para mal. Tengo ante mí, en este primer día de un 2025 al que los titulares de muchos periódicos consideran un año "lleno de amenazas", "preocupante" o "de riesgo", varios análisis geopolíticos relevantes; ninguno es optimista. Escribo desde París, ciudad consciente de que hoy Francia es el enfermo de una Europa que, depende de cómo vayan las elecciones alemanas del 23 de febrero (y los nuevos 'hombres fuertes' norteamericanos apoyan a la ultraderecha germana, no lo olvidemos), puede estar en una situación realmente grave.
Claro, comprenderá usted que, ante las amenazas globales, debamos predicar mucha más atención, por parte de quienes dicen representarnos, hacia esa 'trumposfera', que puede ser algo mucho peor que un nubarrón, que a los muros domésticos que nos levantan aquí entre los 'fachosferosos' y los 'pesebristas'. De todos los discursos de tránsito de un año a otro que he leído y oído estos días, me quedo, sin duda, con el de Emiliano García-Page, el presidente castellano-manchego, que ha pedido 'imitar', en su concordia, la Transición, hoy tan locamente denostada, "sin convertirla en arma arrojadiza". Una alusión, supongo, a ese intento de 'conmemorar los cincuenta años de la llegada de la democracia' en 1975 (¿?) con el que el Gobierno quiere iniciar, se diría, una larga campaña electoral.
No, si a este paso tendremos que acabar hablando también, por si tuviéramos poco, de la 'francosfera'; como si el dictador no estuviese allá, en Mingorrubio, padeciendo el olvido que se merece. Feliz 2025, en todo caso: quién sabe si, al final, desoyendo tantas voces agoreras -en parte también la mía, me temo-, acabará siendo un buen año. Brindo por eso.