Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


La memoria de la historia

31/01/2025

La historia es aquello que escribe el vencedor. Crear el relato de la verdad que dicen ahora los modernos. Pensaba en ello hace unos días, iba a escribirlo, no di con el momento, y lo hago esta tarde de enero, la primera de luna creciente. Quizá, cuando termine, acierte a encontrar su arco mínimo y tenso a poniente junto a Venus. A lo que iba. La semana pasada, en la investidura de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos en la Rotonda del Capitolio, es probable que la bandera más grande que presidió el acto fuese el estandarte de la Corona de Castilla, desde el óleo de John Vanderlyn donde Colón desembarca en una playa de lo que será el Nuevo Mundo. Castilla, un territorio que hoy sólo existe desmembrado y troceado, vacío y desmemoriado.
Confieso que más que Colón, siempre me han atraído más Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca, Orellana o Hernando de Soto, también plasmado caballero en la Rotonda en el cuadro de William Henry Powell llegando a orillas del Misisipi. Puede que esto nos sirva para recordar algo nuestra historia, sepultada y olvidada a partes iguales, en la Norteamérica estadounidense. España continúa siendo un país tremendamente acomplejado, fruto del XIX, un XVIII olvidado, un 98 que aún pervive subterráneo pero feroz, y el mantra impenitente de un espíritu intelectual –cuando lo hubo–, poético/suicida/realista. Nunca manejamos algo parecido a eso del derecho manifiesto estadounidense. Faltaría más. No hubiéramos sido capaces.
Es interesante que la presidenta mexicana recurra a España cuando Trump pretende cambiar el nombre al Golfo de México. Ahora sí. Siempre estarán ahí los mapas y las crónicas de la Nueva España. Las batallas contra los ingleses y su infantería sioux en San Luis de Ilinueses; el Misuri y la Luisiana. La Apachería y la Comanchería en la frontera norte. Pekka Hämälainen retrata ese territorio, como Dee Brown relata la agonía de las guerras indias. En Fronteras americanas, Fernando Operé describe el sometimiento y exterminio de los habitantes autóctonos de Texas y Patagonia en el XIX. Cuando ya no estaban los españoles.
Da igual todo eso. Volvía hace unos días a ver La Puerta del cielo, la película maldita de Michael Cimino. Las caravanas de emigrantes parias del norte de Europa internándose por los territorios de Wyoming. La película no gustó. Normal. Ese no es el relato oficial. En Fort Apache, John Wayne presenta en castellano a Cochise, el jefe Chiricahua. Su lengua. Ahí está Pedro Armendáriz traduciendo. Español. La lenga franca de los territorios de la Nueva España. John Ford retrata el contraste entre la insolencia y arrogancia de Henry Fonda, y la dignidad de los apaches. En Dalva, Jim Harrison mediante no sé ahora cuál de los personajes dice con admiración que apenas un siglo atrás, en esa Nebraska domesticada de maizales y cercados, aquella gente –refiriéndose a los Sioux oglala– vivía en aquel lugar, tras los búfalos y entre praderas infinitas de hierbas de más de tres metros de altura. 
La historia de la Nueva España más nortiza quedó enterrada con el Tratado de Guadalupe Hidalgo. La frontera impuesta. Los Tigres del Norte ya lo cantaron, Somos más americanos. Puede que la historia sea aquello que escribe el vencedor. Pero la historia guarda huellas en su memoria.