¿Qué ha pasado para que, de repente, haya desaparecido de los telediarios un personaje como Yolanda Díaz que era de presencia fija en todos los informativos? La vimos en el arranque de la campaña electoral gallega sobreactuando en la recogida de pelets en una playa gallega, un remake forzado del desastre del "Prestige", con el que durante varios días cosechó presencia en la televisión y en los periódicos.
En plena campaña, sin encomendarse al Ministerio de Asuntos Exteriores, anuncio un inopinado viaje a Palestina del que el ministro Albares se enteró por la prensa. Pocas semanas antes había viajado al Vaticano donde consiguió audiencia con el Papa, probablemente en la idea de que Francisco I vive en Roma pero es argentino y en Argentina hay tantos descendientes de emigrantes gallegos que Buenos Aires pasa por ser la 'quinta provincia' gallega y algo más de medio millón tenían derecho a votar el 18 de febrero.
Un día con otro, su agenda mediática daba para entrevistas y declaraciones. Y desde la noche del domingo, un tuit. Nada. Un silencio que define una personalidad. Porque lo que ha pasado es que la vicepresidenta del Gobierno no tiene buenas noticias que comunicar porque Sumar se ha hundido en los comicios gallegos y es sabido que mientras que la victoria tiene muchos padres la derrota es huérfana. Y huérfanos en términos políticos se han quedado en Galicia Sumar y Podemos. Una orfandad digna de estudio.
En 2016, el conglomerado que formaban En Marea (coalición que lideraban Podemos y Esquerda Unida) logró 14 escaños en el Parlamento Gallego. Ahora Sumar no ha llegado a treinta mil votos y (27.500) y ningún escaño. ¿Qué ha pasado para que de repente, por decirlo en argot televisivo, Sumar se haya ido a negro? El recuento de papeletas nos dice que el grueso de votantes de izquierda optaron por apoyar al BNG, un partido nacionalista. Lo que no explica es el porqué de semejante trasvase. Cuando Yolanda Díaz se recupere del mal trago y a la hora de justificar el fiasco invoque la socorrida teoría del voto útil y el castigo que sufren por la escisión de Podemos quizá debería ir más allá. Hacer autocrítica y reconocer que el problema de Sumar es que vende humo, que todo es fachada y que a los ciudadanos se les puede tener distraídos durante algún tiempo pero no durante todo el tiempo.