Inma Rubiales

Inma Rubiales

@inmaarv

Escritora y fenómeno en redes


La niña que lo sabía todo antes de que pasara

08/10/2024

Tengo una amiga que hace un tiempo conoció a una niña con el don de predecir el futuro. Sí, ya sé lo que estarás pensando: «Inma, la magia no existe, deja eso para las películas de fantasía…». Estoy de acuerdo contigo. Sin embargo, hoy me apetece contarte la historia.
Recapitulemos.
Mi amiga -vamos a llamarla, por ejemplo, María- se acordaba perfectamente del día que vio a la niña por primera vez. Acababan de darle una noticia en el trabajo que iba a cambiarle la vida. No podría creérselo. Era lo que siempre había soñado. Estaba eufórica. Y, entonces, apareció ella. Sigilosa, empezó a caminar al lado de María durante su trayecto de vuelta a casa. Un leve saludo y las dos se pusieron a hablar. María no sabía cómo se llamaba, pero tampoco le preocupó. Era mejor eso que pasar el camino en silencio, ¿no?
Compartió con ella su gran noticia laboral. Y, de pronto, sucedió la magia. En cuestión de segundos, la niña le ofreció más de cien suposiciones sobre todo lo que podría pasar. María estaba cada vez más emocionada. «Viajarás muy lejos». «Conocerás el mundo». «Llegarás muy alto». «La gente descubrirá tu trabajo». Ni siquiera le extrañó que aquella desconocida supiera tantos detalles sobre su vida. Y, entonces, la niña pasó a añadir otro final a sus frases. Todas iban acompañadas de un «pero» y seguidas de un «¿y si…?». «Pero ¿y si lo que haces no les gusta?». «¿Y si echas de menos a tu familia?». «¿Y si hay alguien que se merece esta oportunidad más que tú?». «¿Y si provocas que todo el mundo te odie?». 
Siguió así hasta que, agobiada, María llegó a casa. La niña se calló mientras cenaba con sus padres y celebraran el ascenso, pero de vez en cuando María miraba hacia la puerta y la veía ahí, observándolos.
Cuando se fue a la cama, la desconocida la siguió hasta su habitación.
Volvió a hablarle mientras María intentaba dormir.
Lo que en un principio habían sido frases esperanzadoras ahora solo estaban cargadas de negatividad. Ya no había nada bueno en lo que le habían ofrecido. Solo un puñado de «¿y si…?» y un aluvión de miedos que le revolvían el estómago. Empezó a tener ganas de coger el teléfono y llamar para rechazar la oferta. De repente, todas las decisiones que había tomado en el pasado, todo lo que había hecho o no… parecía ser, de manera lógica, un motivo suficiente por el que ella no era digna del puesto.
Lo que María sintió esa noche se llama Síndrome del Impostor. Es algo que, por desgracia, ocurre a menudo: hay personas que da igual cuánto se esfuercen, nunca sienten que sean lo suficientemente buenas, así que, cuando algo les sale bien, tienden a pensar que no se lo merecen. Al final María consiguió acallarlo y aceptar el trabajo, pero tardó meses en descubrir cuál era el nombre de esa niña. Se llamaba Ansiedad. Y no fue hasta que la conoció de verdad que pudo aprender a lidiar con ella -y, todo sea dicho: a cerrarle la boca-.
Lo que te he contado no es solo un relato de ficción. Puede que esa niña que predecía el futuro no fuera una persona de carne y hueso, pero acompaña a muchas como María, que sí lo son. El día 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, donde se reivindica que las personas que padecen un problema de salud mental -y no solo ansiedad o depresión, sino muchos otros que, por desgracia, no se mencionan en los medios, como los trastornos de salud mental graves- merecen respeto, apoyo, visibilidad e igualdad de oportunidades. En relación con esto último, el lema de este año de FEAFES Salud Mental, asociación a la que le guardo especial cariño, es «Trabajo y salud mental, un vínculo fundamental», lo que lo define bastante bien. 
Estimado lector, cuida mucho de ti. Recuerda que pedir ayuda no nos hace débiles, sino fuertes y valientes, porque nos estamos poniendo como prioridad. Y que no hay salud sin salud mental.


#TalentosEmergentes

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