Hugo es sisi: sí estudia y sí trabaja, compagina la carrera de doble grado de Ingeniería Forestal y del Medio Natural en la Universidad de Valladolid con un empleo parcial los fines de semana de repartidor en una gran cadena de supermercados para ganarse un dinerillo extra y así poder pagarse sus caprichos deportivos y sus escapadas a la montaña, además de ayudar un poco con la residencia universitaria en la que se aloja durante el curso lectivo. «Quiero comprarme una bici de 29 pulgadas, mejor que la que tengo ahora, pero creo que voy a tener que esperar, primero es la resi y después ya veremos...», confiesa este aplicado estudiante.
Pero Hugo no es el único, como él hay miles de jóvenes de entre 16 y 29 años que son sisis. Ese es también el caso de Alejandra, que con 20 años y estudiante de Enfermería en Bilbao compagina las clases y las prácticas a turnos infernales en el Hospital de Cruces con un par de horas en una frutería del barrio donde reside. Un dinero que le sirve para tener cierta independencia, pagarse sus salidas, ir a festivales, comprarse algún trapillo y viajar a dónde sea, una de sus grandes pasiones. «Mira, ahora me voy con una amigas de la uni a Estambul, con parada dos días en Atenas... y a la vuelta, pues a Milán. ¡A ver dónde nos quedamos!», afirma entre risas, a sabiendas que aún no tiene todo el viaje cerrado.
Fer es estudiante de Marketing en la Universidad de León y es otro de los que ha decidido compaginar los estudios con un trabajo de fin de semana, en este caso en el principal centro de distribución de Mercadona en el noroeste de España y en el que dice estar encantado. «Quería tener un primer acercamiento al mercado laboral y ya de paso contar con una cierta independencia económica».
Otros son más pragmáticos y confían todas las ganancias al ahorro ante una posible inversión a futuro. Es el caso de Lucía. Esta sisi y estudiante de Relaciones Internaciones en la Autónoma de Madrid es becaria de una marca de ropa Prêt-à-porter que casi la tiene más ocupada que la propia carrera. Con salidas a desfiles cada trimestre y el trabajo diario en el taller, a Lucía apenas le queda tiempo para otra cosa que no sea correr de un sitio a otro y levantarse a primerísima hora para asistir a las clases. «Llevo una vida de locos, veo a mi novio de Tenerife que vive en Alcalá solo un fin de semana al mes, mi madre me tiene que acercar en coche hasta la uni porque sino no llego nunca y encima en el curro cobro súper poco, pero es muy gratificante», asiente esta joven que aún no sabe qué va a ser de su futuro laboral.
Hugo, Alejandra, Fer y Lucía son solo cuatro ejemplos de los más de tres millones de jóvenes en España que además de estudiar, trabajan. Lo que supone que uno de cada tres menores de 30 años hayan dado la vuelta en los últimos años a los conocidos como ninis, aquellos que ni trabajan ni estudian, y cuya última cifra actualizada a finales de 2023 se situaba en 1,2 millones de personas.
Por necesidad
Pero, ¿de qué tipo de empleos estamos hablando? Dicen los expertos en educación y relaciones laborales que en torno al 34 por ciento de los sisis trabajan por necesidad económica. Es decir, se trata de empleos de corta duración, a tiempo parcial y muy temporales.
Además, dependiendo del tipo de carrera, los estudiantes suelen optar por trabajar en mayor o menor medida. Así, una de las principales diferencias la presentan los alumnos de Ciencias Sociales, Economía, ADE o Derecho; en estos supuestos el porcentaje de gente que trabaja y estudia puede llegar al 50 por ciento.
En el caso de las ingenierías, que a priorí requieren más esfuerzo, el número de personas que trabaja se reduce, sin embargo, ese porcentaje tiende a elevarse con experiencias laborales relacionadas con la carrera.
Algo similar ocurre con los estudiantes de Formación Profesional de cualquiera de los tres grados, cuya incorporación al mercado laboral se suele implementar durante la etapa docente.
Una de las voces más autorizadas en esta materia, el sociólogo de la Universidad Complutense Jorge Blanco, apunta que no se trata de que la juventud se esfuerce mucho más ahora, sino que es la presión del mercado laboral la que está imponiendo que las nuevas generaciones se incorporen al trabajo, porque entienden que ya no vale únicamente un título universitario o de FP y que se necesita tener una o varias experiencias laborales para prosperar.
En su opinión, se produce un efecto de búsqueda de prácticas universitarias y de becas con el objeto de acaparar experiencia y así poder optar a un puesto de verdad, es decir, un contrato indefinido, a tiempo completo y salario por encima de la media del país. Y eso no se consigue, consideran, sin al menos dos años de experiencia para poder acceder a un puesto junior.