El pasado 11 de octubre el Gobierno ordenaba el cierre inmediato del Valle de los Caídos. Se iniciaba así el operativo que ha de concluir esta semana para la exhumación de los restos de Francisco Franco. Los accesos al enorme mausoleo llevan desde entonces cerrados a cal y canto, custodiados por la Guardia Civil pese a la insistencia de los que quieren ir a misa en la basílica.
No son los únicos que guardan el lugar. El Valle de los Caídos cuenta con cuatro centinelas desde su construcción. Y son toledanos; aunque su historia no sea muy conocida.
Se trata de los denominados postes de Juanelo, en honor al genial ingeniero e inventor hispano-milanés del siglo XVI que construiría el Ingenio de Toledo o Artificio, una máquina hidráulica con la que se elevaba hasta la ciudad el agua del Tajo.
Los centinelas toledanos del Valle de los CaídosSe debe a Pascual Madoz, en 1848, la atribución a Juanelo de esos postes de granito, que se encontraban en un paraje de la localidad de Nambroca, con un comentario en su ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar’: «De donde se sacaron los magníficos postes llamados de Juanelo, porque este grande hombre los movía y conducía a Toledo, sin otro auxilio que el de una hija suya, a pesar de que son unas columnas de 75 pies de largo y 5 de diámetro».
Antes que él, el cronista del reino Esteban de Garibay ya había hablado en 1553 sobre el origen de esas misteriosas columnas cuando escribía sobre la construcción de la escalera principal del Alcázar de Toledo para el rey Felipe II.
Al frente de esas obras se encontraba Francisco de Villalpando, quien al parecer descubrió una cantera en la conocida como Dehesa de Villaverde, entre las actuales localidades de Orgaz y Sonseca, y mandó sacar cuatro grandes columnas redondeadas para la escalera. Ahí podría estar el verdadero origen de los postes, que finalmente quedaron abandonados al cambiar Villalpando de parecer y que años más tarde Juanelo Turriano intentaría trasladar para utilizarlos en su Artificio, quedando tres de ellos abandonados en Nambroca y el cuarto en la propia cantera, en el término municipal de Sonseca. Un quinto poste, en bruto y sin tallar, permanece aún hoy en día en la zona orgaceña.
Los centinelas toledanos del Valle de los CaídosCon todo, a pesar de su origen difuso, los Juanelos pasaron a la cultura popular con el nombre del inventor cremonés, añadiéndose además otro posible origen como pilares de un palacio que se quería construir en Aranjuez sobre el río Tajo.
Esa última versión del origen de los Juanelos fue la que conoció Franco, ya que en 1940, cuando se dio a conocer su proyecto de construcción de un gran monumento a los caídos en la Guerra Civil, recibió una particular misiva desde la Almoraima (Cádiz).
Se trataba de un guardia civil jubilado, Dámaso Garoz Fernández, que le comentó la existencia de los Juanelos, su majestuosidad y su idoneidad para formar parte del Valle de los Caídos.
Los centinelas toledanos del Valle de los CaídosFranco, al que las historias del viejo Toledo siempre le llamaron la atención y que quiso a toda costa emular la grandeza del imperio español de Carlos V, no dudó en aceptar la propuesta de Dámaso y encargó el traslado de tan singulares columnas.
A tal efecto, tal y como recoge Manuel Ballesteros en su libro ‘Memorias y curiosidades de la Historia de Sonseca’, un 23 de octubre de 1940, cuando regresaba de caza con su padre, fue preguntado por dos hombres que andaban por el campo sobre la ubicación de los Juanelos. Días más tarde, el 26, comenzaban los trabajos para el traslado de los postes.
Las historias populares no mentían. Las columnas eran impresionantes. Estaban labradas de una sola pieza. Sus números, una vez tomadas las pertinentes medidas, asustaban: 11 metros de altura, 1,45 metros de diámetro y 54 toneladas de peso cada uno.
En el Archivo General de la Administración, perteneciente al Ministerio del Aire, se guarda un documento sobre esos dos hombres que Manuel Ballesteros se encontró en el campo. Eran, ni más ni menos que ingenieros del Ministerio del Aire, que finalmente emitieron un informe favorable al traslado.
En dicho documento pedían para el traslado que se usaran «dos tractores de vapor de gran potencia que existen en Cádiz», y a la vez alertaban que el Juanelo de Sonseca «era el más difícil de todos» a la hora del traslado.
Para moverlos se habilitaron varios camiones de las obras del aeropuerto de Barajas con unas plataformas especiales articuladas con 22 ruedas cada una. Uno a uno, los gigantescos monolitos fueron depositados en unas cunas adecuadas formadas por cables de acero para que ninguno de ellos tocara con la plataforma, y así poder soportar los vaivenes del camino.
El traslado de los Juanelos fue un acontecimiento en su época, con grabaciones en el NO-DO y aclamaciones a su paso por la actual Gran Vía de Madrid. Los camiones, debido a su peso, no podían superar los 15 kilómetros por hora, por lo que el traslado se alargó durante días.
El primer Juanelo llegó al Valle el 28 de septiembre de 1949. Había salido de Nambroca nueve días antes. El último fue depositado el 31 de octubre. Más de un mes para recorrer unos 150 km de distancia.
Su lento traslado supuso un verdadero acontecimiento por aquellas localidades por las que pasaban. Incluso dio lugar a unas coplas: «Los cantos de Juanelo ya van andando; llegarán a su sitio sabe Dios cuando».
Franco supervisó toda la operación del traslado de los Juanelos. Los quería emplear como Centinelas del Valle. Su ubicación original era a los pies de la basílica, pero su tremendo peso hizo imposible que pudieran cruzar el puente que da acceso. Por ello, se optó por dejarlos en el paraje llamado de Buenavista, un altozano desde el que se divisa la entrada de la cripta y el conjunto del risco de la Nava.
El 2 de septiembre de 1953 se puso en pie el primero de los Juanelos, el 23 el segundo, y los días 11 y 20 de octubre los otros dos. Franco no quiso perdérselo, y asistió personalmente a su instalación.
Hay muchos que opinan que el dictador tenía un interés oculto en los Juanelos. Muchos identifican su colocación con las columnas del Templo de Salomón, una de las referencias iniciáticas de la masonería. Es conocido el interés del caudillo en esa materia, aunque certezas no hay ninguna.
Sorprende que desde los Juanelos se iniciara también un Via Crucis por todo el Valle. En total, 5 kilómetros y más de 2.000 escalones labrados en la roca. Las ermitas por las que se transitan son especialmente inusuales. Otra curiosidad más.
Los apodados como Centinelas del Valle fueron muy populares, pero cayeron en el olvido. La Dirección General de Correos acuñó un sello para conmemorar la inauguración del Valle de los Caídos el 1 de abril de 1959. En él se veían claramente los cuatro postes de Juanelo.
Aunque fueron poco a poco olvidados, su historia sigue muy presente en Nambroca, en donde dan hoy en día nombre al Hogar del Jubilado y Pensionista ‘Postes de Juanelo’.
La localidad toledana no se deshizo con facilidad de las colosales columnas de granito. En 1949, nada más concluir los trabajos de traslado, el entonces alcalde (F. Martín) remitió una carta a Antonio Mesa y Ruiz Mateos, director de obras del Monumento Nacional a los Caídos en el Valle de Cuelgamuros. En esa misiva, de una forma muy sutil, venía a solicitar una compensación económica por la incautación de los Juanelos, debido a que el pueblo los consideraba «como algo suyo especialmente primitivo y representativo». El edil se justificaba en que no habían recibido ayudas del gobierno «máxime teniendo en cuenta el estado calamitoso en el que quedó el pueblo de resultas de nuestra Cruzada».
No se sabe qué respuesta tuvo su carta. Seguramente ninguna; o al menos no la esperada. Eso sí, quizás ese sentir por los Juanelos pueda abrir algún día una reclamación para su retorno a Nambroca. Ahora todo es posible.