La villa de Layos como muy saben sus vecinos, en el siglo XV fue propiedad del adelantado de Castilla Juan Carrillo, siendo heredada por sus hijos, los cuales la vendieron a su vez en 1509 a Francisco de Rojas y Escobar, importante diplomático, embajador en Roma, caballero de la Orden de Calatrava y comendador mayor de Mestanza, de Puertollano, de Almodóvar del Campo y de Aceca. Este curioso toledano era miembro del linaje de la familia Rojas, destacada familia de nobles, muy relacionados con la capital toledana y con municipios como Mora de Toledo o Layos. Precisamente en esta ilustre localidad, Francisco de Rojas escribió el 3 de octubre de 1522 una carta al emperador Carlos I, en la que le ofrecía -en concepto de préstamo- la cantidad de 3.000 ducados para ayudar al asedio de Fuenterrabía (hoy Hondarribia, Guipúzcoa), el cual estaba sufriendo la fortaleza de esta localidad desde octubre de 1521. Las tropas del emperador se disputaban con las del monarca francés Francisco I y las tropas navarras, el dominio de este importante enclave que por su ubicación era muy codiciado por ambas partes. Recordemos que en aquellos momentos Fuenterrabía comprendía también una buena parte de Irún, la localidad de Lezo y algunas partes de Hendaya, Urruña y Pasajes. Desde el citado mes de octubre las tropas franco-navarras dirigidas por Guillermo Goufier, habían tomado Fuenterrabía sin apenas resistencia, tras lo cual los hombres del II duque de Alburquerque (don Beltrán de la Cueva y Toledo) habían comenzado a hostigar a los soldados franceses. Después de varios ataques y el regreso a la fortaleza de los franceses, precisamente hace ahora quinientos años (entre finales de 1523 y comienzos de 1524) las tropas de Carlos I intentaron tomar diversas localidades y afianzar su dominio en Fuenterrabía, aunque fracasaron en el intento, debido sobre todo a las bajas producidas por bastantes deserciones y enfermedades que sufrieron los soldados. Fue el 27 de febrero de 1524 cuando los franceses abandonan la fortaleza y dos días después los soldados navarros que aún quedaban en su interior, siendo estos últimos perdonados con la condición de que prestaran juramento y fidelidad a Carlos I, rindiéndose Fuenterrabía por completo el 29 de abril de 1524.
Lo interesante del documento que hoy recuperamos, es que lo firma don Francisco de Rojas en el momento en el que se encontraba residiendo en su hacienda de Layos y precisamente cuando el asedio en Fuenterrabía se encontraba en su máximo apogeo. Lo interesante de la misiva es que en ella Francisco de Rojas detalla algunas cuestiones personales, como lo que le sucedió pocos meses atrás, durante la Guerra de las Comunidades, ya que él -al igual que otros nobles toledanos- apoyó firmemente al emperador, para lo cual invirtió parte de su fortuna en organizar la defensa contra los comuneros, postura que explica su marcha a su palacio de Layos, situado a tan solo 12 km de Toledo y donde también sufrió el acoso de los partidarios comuneros que le tenían en el punto de mira de sus protestas. También cuenta en su carta, como Gil del Campo le había transmitido a través de otra carta, la necesidad de financiar el sitio de Fuenterrabía y la petición que se le hacía de los 3.000 ducados; Francisco de Rojas explica «que yo quedé muy gastado de los robos de muchas cantidades de dineros y hacienda que me robaron los de la infernal secta de la comunidad de Toledo, demás de haberme tomado toda mi renta y destruido mis casas y heredamientos y quemado y destruido mis molinos y la barca de Acecca y los molinos del Arenal y averme hecho hazer grandísimos gastos en averme tenido siempre guarnición de mucha gente y de muchos espingarderos y artillería en esta mi casa de Layos, defendiéndola y a mi persona en servicio de vuestra magestad…»
Continúa reafirmando su adhesión imperial recordando como defendió su casa con grandes peligros y estando sitiado de la «malvada secta de la comunidad», que le velaba y rondaba de noche y de día. Recuerda como prestó para la causa, cinco cuentos de maravedís al gran prior de San Juan y capitán general que en esos momentos era don Antonio de Zúñiga, lo que le sirvió para «asentar y sostener el cerco sobre la cibdad de Toledo». Insiste en que esta cantidad que entregó al gran prior aún no se le había devuelto y pide que "le sean bien pagados". Francisco de Rojas añade que con mucho gusto iría él mismo a servir al Rey a Fuenterrabía «si me hallare para ello», pero sus años y salud se lo impedían, aunque sí que colaboraría con el préstamo indicado, el cual dio en forma de «ducados nuevos» al citado Gil del Campo, para que éste los entregase al emperador.
Francisco de Rojas vecino que fue en su infancia del barrio toledano de San Andrés, compró a comienzos del siglo XVI, al doctor don Francisco Álvarez de Toledo, las casas en las que había estado establecido el Colegio de Santa Catalina (germen de nuestra actual UCLM), que se encontraban junto a las de sus padres, sumando otra casa en la calle de los Jurados, con la intención de construirse una gran casona que según las crónicas fue de las mejores de la ciudad. En la iglesia de San Andrés de Toledo labró la capilla llamada de la Epifanía, para lo cual compró otras tantas casas alrededor.
Antes de fallecer Francisco de Rojas el 23 de febrero de 1523, pudo trasladar los restos de sus padres (don Alonso de Cáceres Escobar, alcalde que fue del castillo de Consuegra y doña Marina de Rojas) desde la iglesia de Mascaraque hasta la parroquia de San Andrés, a la citada capilla de la Epifanía donde él también sería enterrado. También dejó instaurado un mayorazgo en la villa de Layos, el cual fue ratificado mediante escritura de fecha 17 de mayo de 1513. En este documento, dejó indicado que debía ser titular del mismo su sobrino don Francisco de Rojas y a partir de él, sus hijos (tanto varones como hembras), prefiriéndose siempre el mayor al menor y el varón a la hembra. Pasaría a la historia como un magnífico diplomático y por los continuos servicios prestados a España y a la monarquía.