La Primada de Toledo, a punto de celebrar su octavo centenario, es de las únicas catedrales del mundo, quizás junto a la 'Manquita' de Málaga, en tener una única torre. No fue siempre así. No es que se llegara a edificar nunca la segunda torre gótica sobre la Capilla Mozárabe, sino que existió una pequeña torre, quizás herencia del alminar de la antigua Mezquita Mayor, sobre la puerta del Reloj. Aquella Torre del Reloj pudo haber llegado a nuestros días, pero lo evitó una bandada de pájaros que la condenó al derribo.
Más allá del posible origen islámico de la Torre del Reloj, cuentan las crónicas recogidas por Fernando Aranda en su libro 'Rincones del Toledo desaparecido' que fue elevada por Alvar Martínez hace seis siglos, entre 1424 y 1425. Este edificación cuadrada y esbelta albergó en su parte superior las campanas que marcaban las horas del reloj catedralicio. Cuatro enormes ventanales permitían que el sonido llegara a toda la ciudad. Sobre ellos, un tejado a cuatro aguas terminado en una aguja, como se puede observar en las fotografías de la época, como las de Hauser y Menet y de Jean Laurent (recientemente recuperada por Toledo Olvidado).
Reparaciones y demolición. Tuvo reparaciones en los siglos XVII y XVIII. En concreto, en 1791 se instalaron las últimas campanas. Del Carmen Calzado procedían las que daban las horas y de San Justo, las que daban los cuartos. Sin embargo, a finales del XIX la Torre del Reloj estaba en estado ruinoso, lo que llevó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a estudiar tres alternativas, su demolición total, la restauración o demolerla para hacer otra construcción de menor altura y más ancha. Este última fue la opción aprobada. La idea era levantar un cuerpo octogonal terminado en aguja.
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Cuando los pájaros tiraron la segunda torre de la Catedral
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Pero quiso el destino, y quisieron los pájaros, que el proyecto no se pudiera concretar. Al anochecer de la víspera del día de 1887 en el que Real Academia iba a tomar la decisión definitiva, subieron a la Torre el pintor Vicente Cutanda y el canónigo obrero, que habían realizado el estudio de la restauración que iban a presentar al día siguiente. Allí, desplegaron los planos y las cuartillas de su informe sobre el suelo del campanario, para dar los retoques finales al proyecto sentados sobre el último escalón. Fue en ese momento, cuando el reloj dio la hora y las campanas asustaron a una bandada de pájaros, que subió por la escalera e hizo volar los papeles, que el viento dispersó por los tejados de Toledo. A falta de este informe, la Real Academia dictó la demolición de la Torre, que se consumó durante los dos años siguientes.