Joselito, Alfa y Omega

Mario Gómez
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Con tan solo 25 años, a Joselito le había dado tiempo a recoger el testigo de sus predecesores y evolucionar la tauromaquia al germen de lo que es hoy día Era un apasionado de su profesión y tuvo una gran influencia en los cambios que experimentaron

Joselito fotografiado por Diego Calvache.

Gelves alumbró ‘un Gallo más’ y Talavera fue testigo de su transfiguración en la leyenda. Probablemente sin el luctuoso y centenario hecho que hoy conmemoramos, José hubiera trascendido a los tiempos y a las generaciones de igual manera a la que hoy vemos, pues en apenas 8 años de matador de toros (murió con 25 años), le dio tiempo a influir en la sociedad, ganaderos, empresarios, apoderados y toreros, para cambiar una fiesta que se centraba en dominar bóvidos casi indómitos para prepararlos para su muerte.

Joselito podría ser reconocido como el eslabón del toreo entre el toreo antiguo y moderno. El Alfa y el Omega de la tauromaquia. El ‘fin’ del toreo antiguo, mejorando y corrigiendo la herencia de Lagartijo y Guerrita y el ‘inicio’ de una tauromaquia actual de toreo en redondo, que se afianzó con Chicuelo.

Caballos destripados y un toreo muy sobre las piernas, para con la muleta poco más que igualar unas tarascadas y dar muerte a sus oponentes. Joselito fue más allá.

Ese niño que desde la Alameda de Hércules en Sevilla comenzó a jugar al toro, al amparo de sus hermanos Rafael y Fernando, y bajo la tutela de su madre, la señá Gabriela; y que ante el fallecimiento de su padre (Fernando ‘El Gallo’) con apenas dos años, creció con el afán de sacar a los suyos adelante.

Precocidad innata y carrera meteórica que le llevó a tomar la alternativa con 17 años, en parte logrado por su pasión, conocimiento y dominio del toro y sus embestidas; un obsesionado y apasionado de su profesión. Tanto fue así que llegó a influir de manera definitiva en la selección del toro. Ya no era una afrenta entre hombre y bestia, sino que se buscaba más un binomio de espectáculo, en el que se pretendía el entretenimiento desde otro prisma, con mayor vistosidad.

Ha sido José definido además como excelente rehiletero, tan sobradas cualidades que, ganó la batalla a todos los toreros que en aquellos años estaban en sabrosa madurez, Ricardo Torres ‘Bombita’, Machaquito, Vicente Pastor, en cierta forma con su hermano Rafael, fueron algunos de los toreros que la irrupción de Joselito ‘El Gallo’ dejó en un absoluto segundo plano.

Todo aquel que compartía cartel con Joselito quedaba retratado. A decir verdad, todos no, hubo uno quien se erigió en perfecto complemento para la tauromaquia del de Gelves, Juan Belmonte García.

Juan y José formaron un tándem único en la historia de la tauromaquia. Ambos, de personalidad muy marcada y diferente, lograron atraer a las plazas a un público muy partidario de uno o de otro, y aunque a pesar de que según parece eran buenos amigos, la imagen que hacían trascender era la de una ácida enemistad que alimentaba a sus partidarios y detractores.

Cada uno aportó e hizo avanzar a la tauromaquia en función de su concepto y capacidad, si bien es cierto que Belmonte ha contado con una trascendencia mayor, pues mientras que José estudiaba el campo, las ganaderías y seleccionaba el toro para lograr realizar la faena pretendida, Juan era más receptivo al con contacto con la sociedad. Pérez de Ayala o Valle Inclán son algunos ejemplos de intelectuales que fueron cercanos al torero de Triana, lo que provocó una mayor popularidad y mayor laudabilidad de su legado; podría decirse que José trabajó el arquetipo de toro que disfrutó Belmonte para trascender a la historia de manera definitiva.

Toreo en redondo de José frente al toreo a pitón contrario y en ‘ochos’ de Juan, germen quizá del toreo actual y cuyo primer ejemplo plausible fue Chicuelo, algo posterior pero que compartió cartel con ambos y que impuso Manolete, quien contó a su lado con José Flores González, apoderado del monstruo cordobés y que recibió la alternativa en la primavera de 1918 de manos de Joselito ‘El Gallo’, con quien alternó y absorbió conocimientos y planteamientos.

Más conocido como ‘Camará’, tomó la alternativa en plena ‘Edad de Oro’ de la tauromaquia (como lo denominó el crítico Gregorio Corrochano) 1914-1920, pero coincidiendo con el ‘año sabático’ que se tomó en 1918 Juan Belmonte. Precisamente este hecho, hizo reforzar si cabe la teoría de que José era ‘El rey de los toreros’, pero necesitaba de Juan para mantener esa posición, pues a pesar de tener capacidades sobradas, sin oposición podría haberle sucedido como a Guerrita, quien tras convertirse en número uno y no lograr rival, solamente alcanzó la animadversión de los públicos viéndose abocado a la retirada el 15 de octubre de 1899 en la Plaza de Toros de Zaragoza, ‘no me voy, me echan’ queda como frase reflejo de aquello.

Además de su dominio en el ámbito ganadero y en la figura del apoderado, también fue un visionario en el campo empresarial. En una época en la que la gente empeñaba los colchones y ‘se lo quitaba de comer’ para ver la dupla Joselito-Belmonte, José vio la necesidad de aumentar el aforo de las plazas. Bien por motivos de mayores ganancias o bien por lograr dar una mayor posibilidad de ver toros a los que menos recursos tenían, impulsó la construcción de las plazas de toros monumentales.

Recintos con mucha mayor capacidad, donde poder aumentar el abanico de precios y en las que Barcelona, Pamplona y Sevilla fueron sus primeras experiencias. Además de ellas Madrid, plaza que no logró ver terminada pues Bailaor se cruzó en su camino.

Precisamente durante la construcción de la Monumental de Sevilla, surgió un fuerte enfrentamiento con la alta sociedad sevillana. Los maestrantes, controlaban la Real Maestranza de Caballería y José presentaba un proyecto en el cual la monumental, entraba en férreo entroncamiento con los intereses de estos.

Según parece, hasta el punto de que, durante una de las pruebas de carga, hubo algún tipo de boicot, llegando a hundirse dos tendidos de la obra. Además de ello, las raíces maestrantes eran extensas llegando incluso a la prensa de la época, como en ABC, periódico creado por Torcuato Luca de Tena y con cierta carga ideológica, atenuada por su españolismo y línea editorial monárquica, lo que le hacía estar muy identificado con los maestrantes, cuyo ideario cuenta con la defensa de la Corona como máxima.

De ahí, hasta llegar a las duras críticas de Gregorio Corrochano (cronista de ABC) que durante varias temporadas realizó a Joselito, ante lo cual, y con la aparente mediación del cuñado del torero, Ignacio Sánchez Mejías, en 1920 se organizó un cartel en Talavera de la Reina para limar asperezas.

En el cartel inicialmente no se encontraba el joven diestro de Gelves, pero finalmente, con su inclusión quedó un mano a mano con Sánchez Mejías. No fue elección al azar pues Corrochano era de Talavera, según parece los empresarios eran familiares de este y la ganadería designada, era propiedad de una tía carnal del cronista, pastando en fincas cercanas al coso talaverano. Además la plaza contaba con una especial carga simbólica para José, pues fue inaugurada por su padre en 1890.

De esta forma y tras una mala tarde el 15 de mayo en Madrid en la que fue abroncado compartiendo cartel con Belmonte y Sánchez Mejías, llegó el 16 a Talavera en tren, donde  según cuentan las crónicas de la época, arreciaba el agua y el ambiente contra Joselito era una sazón común, siendo frecuente que fuera increpado.

Tras la estremecedora tragedia, volvió Joselito la mañana del 17 de mayo de 1920 a deshacer el camino recorrido el día anterior, partió desde Talavera a Madrid y desde ahí a Sevilla, para que la consternación de un país le rindiese luto, para que sus pesares encontraran descanso, para que el fallecimiento de su madre, su amor imposible y su afrenta con los maestrantes quedaran en letargo.

Para que su cortejo fúnebre fuera eterno se levantó un mausoleo por suscripción popular en el sevillano Cementerio de San Fernando, allí José, cuya imagen está tallada en mármol blanco que resalta su figura, es portado por un pueblo doliente y precedido por una imagen de la Macarena, quien luciese luto por él tras la fatalidad de Talavera.

En este año, no habrá minutos de silencio en las plazas por su memoria, a decir verdad las plazas vestirán el luto en forma de silencio, como silenciado quedó el toreo con su muerte. Los “joselitistas” devanándose los sesos sobre como homenajearlo y como si desde la otra orilla alguien hubiera decidido que el mejor luto posible fuera el no celebrar festejos este mayo.

Un siglo después aun consterna la tragedia a todos aquellos que en ella nos adentramos, y para reflejo, el pésame que enviase el gran torero cordobés Rafael Guerra “Guerrita” al hermano de Joselito, «Impresionadísimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. ¡Se acabaron los toros!». Un siglo después los toros no han acabado, pero la sombra de ingratitud aún es alargada, pues hasta el día de hoy Joselito no cuenta con estatua alguna en Sevilla (a pesar de existir un proyecto), como si de antiguas afrentas se tratasen, nadie debe haber reparado en 100 años en tan necesario homenaje.