Ponerse cada año por estas fechas ante la página en blanco que supone nuestra particular carta a los Reyes Magos es un costoso ejercicio. Ya nada es, ni puede ser, como la infancia donde todo fluye con espontaneidad radical. Se sabe perfectamente lo que uno pide y lo que uno quiere, las fuentes de los deseos están incontaminadas y son cristalinas. Ahora todo es un auténtico lío. He decidido que este año dejaré mi carta en blanco para que sean ellos, Melchor, Gaspar y Baltasar, los que la rellenen, si es que tienen tiempo y ganas para hacerlo. Me gustaría que inundaran mi vida, y la de todos, con lo que ellos son y representan: curiosidad sin límites, valentía, arrojo, espíritu de aventura, generosidad y bondad al tiempo que inteligencia y fortaleza. Necesitamos que conviertan en todas esas cualidades todo su oro, incienso y mirra.
Estoy seguro que llevan todo el año pensando en la mejor forma de organizarse para ocupar su día grande en nuestra vida con sus mejores galas pero no sé cómo se van a tomar que este año les deje sobre la mesa de mi cuarto de estar una carta en blanco para que ellos la rellenen y me den a lo largo del año, haciendo uso de sus poderes especiales, las dosis de virtudes más necesarias en cada momento. Me los imagino discutiendo qué hacer conmigo mientras miran, estupefactos, mi carta en blanco y sobre ella un bolígrafo, que también les dejaré preparado, para que escriban ellos lo que quieran, lo que consideren más necesario para mi vida.
Me los imagino regresando a sus palacios de invierno dilucidando sobre mi carta en blanco. ¿Y si a todos los destinatarios de sus regalos les diera por hacer lo mismo? ¡ Vaya caradura, y cuanto trabajo extra e inasumible les daríamos!. Cada uno debe ser responsable de sus propios actos y de sus propios deseos, dirán. Sin embargo, este año lo que quiero, en realidad, es ser una carta en blanco y dejarme llenar. En realidad eso es lo que les quiero pedir con mi carta. Me gustaría decirles que al final todo en la vida es una cuestión de actitud y de aptitud, y lo demás viene dado por añadidura, eso es exactamente lo que quiero expresar con mi carta en blanco, aunque no sé si me lo van a entender. Veremos.
Estoy seguro que ellos conocen mis deseos sin necesidad de que se los escriba y al levantarme comenzaré a encontrarme debajo del árbol de la Navidad justo lo que más necesito, quizá un poco de constancia, o una cabeza fría, o un corazón que no se duerma, y también una dosis de temeridad, y sobre todo unos ojos siempre nuevos para ver las cosas sin miopías y deformaciones a pesar de la edad y los prejuicios adquiridos. Ellos verán que es lo que más falta me hace, confío en que sabrán interpretar mi mensaje en blanco.
Seguramente, cuando llegamos a ciertas edades, con las mochilas bien cargadas de decepciones, fracasos, sinsabores y demás ralea, en alternancia, claro, con los éxitos, las alegrías y las grandes motivaciones, a todos nos vendría bien un poco de mente en blanco, un reseteo total que nos coloque en mejor posición para afrontar el tramo de vida que nos toca afrontar. La carta en blanco es aceptación y también desprendimiento, capacidad de sorprenderse, aún y a pesar de todo, y de seguir esperando lo mejor que puede estar por llegar. Es, como nos cantaba el maestro Leonard Cohen en Anthem, «que doblen todas las campanas que aún pueden sonar». Ese es el mejor deseo expresado de una forma magistral con una bella metáfora. También decía el maestro en esa composición que «la luz siempre encuentra una rendija por donde entrar».
Lo sabían muy bien nuestros Reyes Magos, que ya eran seres adultos y, sin embargo, llenos de vitalidad y ganas por descubrir. Lo sabían perfectamente cuando fueron siguiendo la estrella, en aquel primer viaje en busca de Jesús. Ahora, cuando cumplen con su trabajo año tras año, nos siguen transmitiendo ese mensaje, busca tu estrella y síguela contra viendo y marea. Eso es lo que nos recomiendan todos los años, y luego nos dejan los regalos en casa. Espero que este año cuando se encuentren con mi carta en blanco sepan lo que ponerme. En realidad no tengo ninguna duda porque los propios deseos, y el modo de conseguirlos, están ya inscritos, desde el inicio de los tiempos, en la particular estrella de cada uno. Puede que eso sea lo que me dejen escrito. Lo veré al levantarme, ya cuando ellos se hayan ido.