«Sería impactante un metaverso de Toledo medieval»

J. Monroy
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Después de experiencias toledanas, como Ciudad de los Bosques, Edgar desembarcó en el mundo de las redes como director creativo de Tuenti. De allí, a ser uno de los fundadores de Virtual Voyages, una de las primeras empresas del metaverso

Edgar Martín Blas, confundador de de Virtual Voyages, una de las primeras empresas del metaverso. - Foto: Yolanda Lancha

Edgar, suelta las gafas y los guantes y explícame qué es el metaverso.

Va evolucionando con los meses. El internet plano que conocíamos, el de navegador en pantalla, se ha quedado pequeño, es un mundo en el que solo puedes hacer clic y ver fotos, vídeos o texto. Puedes interaccionar con gente en viodeollamadas, pero llegó un momento en el que se necesitó más. Sobre todo, con la pandemia, se vio que se necesitaba algo más e ir a lugares, por ejemplo, para formación o conciertos. El metaverso es un nuevo internet que combina un montón de tecnologías que están ocurriendo ahora mismo para crear una especie de internet superpotencial. La gran diferencia con el internet actual es que en vez de verlo en una pantalla, tú accedes a otro mundo, creíble para ti, y donde puedes hacer actividades. Donde antes era solo información y clics, ahora entras a una internet, donde con gafas virtuales, mixtas u otros tipos de acceso, tienes un mundo a escala humana.

A partir de ese momento, el metaverso tiene otras tecnologías alrededor, como la inteligencia artificial. Porque mucho de lo que tú veas o avatares con los que hables estarán controlados por IA que ya tiene potencial de razonar, casi como personas. Luego está el blockchain, que ya no centraliza el flujo de datos de internet en grandes compañías, sino que es una especie de capa etérea, agnóstica, que es la que va a compartir los datos del metaverso. Y entran tecnologías como la realidad virtual, la aumentada, la web3, etc. Básicamente, el metaverso es una especie de internet supervitaminado, y donde antes era ver información, ahora es vivir la información.

Me estoy acordando del libro y la película 'Ready Player One'.

Es tal cual. Ese libro, quitando la parte distópica de la vida en caravanas, describe muy bien el metaverso. Quieres ir a jugar con gente y puedes hacerlo, puedes ir a formar en la universidad y puedes hacerlo, o puedes querer vivir una película desde dentro y puedes hacerlo. Es una cosmovisión tan grande, que no va a requerir lógicamente un año, es un tema que lo mismo tardamos una década. Pero el avance que hemos vivido en el último año y medio es de locura, porque ya todos los gigantes han entrado.

Te he escuchado que «cualquier cosa que imagines puede ocurrir», ¿realmente cualquier cosa?

Esto es un reset, hemos vivido en cuanto capacidad de crear al cine, las series, y de pronto se nos abre un mundo donde puedes crear lugares y vivir experiencias de todo tipo. Pero estamos en la fase de definición. El poder que tiene el metaverso es que tú puedes crear cualquier lugar, cualquier entorno. Puedes estar en Marte, la muralla china o ir al pasado. Solo tienes que poder construirlo y publicarlo. Nosotros llevamos trabajando diez años con esta tecnología y el enganche que tiene, y por eso está triunfando tanto, está en que puedes imaginar cualquier cosa. Pero el metaverso que se está creando no es para reemplazar el mundo real, como dice mucha gente, es un mundo donde vas a hacer cosas que en el mundo real no puedes hacer. Es muy infinito, pero no solo a nivel de entretenimiento, está afectando a la industria o a la formación. El otro día la NBA  presentó en el escenario cómo pueden ser los partidos en el futuro, en el que podrás estar directamente en la cancha, pero no lo verás como un vídeo, porque te podrás mover alrededor.

Todas esas tecnologías están disparadas, porque viene un cambio enorme de necesidad de reiniciar todo. Llevamos dos décadas en las que internet sigue siendo el mismo internet y los móviles también llevamos unos años en los que el formato no cambia más o menos. Los gigantes necesitan crear tecnologías nuevas, hardware nuevo. Por eso hay tantos billones en juego de todas las gigantes tecnológicas, para ver quién conquista el metaverso.

¿Pero para qué se está utilizando ahora mismo el metaverso?

Ahora hay varias vertientes. Hay empresas grandes, que están jugueteando ya y puedes acceder desde ver un coche a ver una experiencia virtual para presentar nuevos bolsos o de repente, como hemos hecho ahora en el Movile World Congres, una demostración del 5G plus, con un espectáculo de danza que veían varias personas desde distintas partes de España en tiempo real y sin ningún tipo de latencia. Las marcas están jugando con ello, pero también hay actividades muy reales. Para formación, hay experiencias para enseñarte a hablar en público. Hay aplicaciones industriales, como el de Acciona, en el que puedes visitar todos sus proyectos en el mundo. Así cierran ventas. Es como si se hubiera inventado internet y están las primeras marcas viendo para qué sirve, pero todavía no sacan todo el potencial. Aunque es un mercado que mueve mucho dinero.

Luego está la parte social. Ahí es donde entra la Generación Z, las personas de 18 años para abajo, que directamente no ven televisión, internet apenas la usan para bajar la tarea del colegio, y viven en mundos tridimensionales, donde se gastan la paga del mes en ropa virtual o items. Hay muchas plataformas, pero hay una muy buena coreana, Zepeto, que tiene ya 350 millones de usuarios que entran en el metaverso, customizan su avatar y entran a eventos, un festival, etc., y es donde socializan y ligan. La Generación Z sabe diferenciar muy bien lo que es virtual y el mundo real. Tienen sus amigos virtuales en un montón de lugares del mundo, y juegos sus colegas para salir o jugar al fútbol. Las marcas a nivel mundial están asustadas, porque no consumen productos físicos casi, todo es suscripciones, cosas virtuales, no utilizan las redes sociales para contar sus cosas, más que para hacer quedadas. Es una generación que está generando ruptura.

¿Cuándo podré darme una vuelta por el Halcón Milenario?

Ya puedes. Nosotros hemos trabajado mucho con Disney, y ha creado un departamento entero en Suiza para el metaverso y tiene las mejores franquicias, como Star Wars o Marvel. Ya hay varias experiencias en las que no solo te metes en el Halcón Milenario, sino en todas las naves y juegas en batallas.

¿El metaverso mixto es ya una realidad?

Ahora mismo tenemos prototipos. Estamos hablando de unas gafas transparentes que te permiten pintar el metaverso sobre el mundo real. Puedes estar en tu casa y tendrás un personaje contigo, que pueda andar y ver las mesas y las paredes. Hay una tecnología, el chip fotónico, que te pinta fotones en las gafas, y ves el mundo virtual pintado. El problema es ahora ver cómo se masifica esta tecnología, porque tiene una cantidad de novedades impresionantes. Apple y Meta, que están en la carrera a ver quién saca esas gafas antes, están retrasando los planes porque ven problemas de hardware o baterías.

¿Qué es lo más extraño que te han pedido?

Hemos tenido auténticas locuras. Te llaman grandes marcas pero también gente que de repente se ilumina y ve cómo su gran proyecto. Hace poco nos escribió una mujer millonaria que quería hacer un metaverso de caballos. Serías un caballo y vivirías en un mundo con más caballos.

¿Ves algún tipo de peligro  económico, social o de adiciones para los usuarios?

Siempre hay gente loca en todos lados, puede haberlo en un parque por la noche, en internet o en el metaverso. Pero partimos de la idea de que el metaverso es un lugar donde vives experiencias. El enganche con la tecnología viene normalmente de cuánto te llena. El móvil ahora te da microdosis de satisfacción, por eso la gente se tira todo el día chequeándolo. El contenido te llena muy poquito y es una adicción brutal. Llevamos ya varios años trabajando en el metaverso y es algo muy intenso, como una película. Entras y estás en un concierto o en una aventura y a la media hora o la hora tienes suficiente, porque es muy intenso. Creo que va a ser como el cine. En una película de más de tres horas no sabes ni cómo sentarte. Evidentemente, puede haber gente muy enganchada, como en los libro o cualquier cosa. Pero aquí está el punto físico, como tienes que interactuar y moverte, cansa. Es una experiencia muy intensa y en diez años que llevamos trabajando no hemos encontrado a nadie enganchado. En el futuro la tecnología mejorará, pero como en todo, los padres tendrán que educar a sus hijos y ponerles límites.

¿Puede ser el metaverso un problema para el turismo?

No, de hecho hemos trabajado en un campaña para turismo en Cataluña, que ganó diez o doce premios, que te pone el caramelito con un proyecto que se lanzó en 42 países. Vivías en una experiencia, una especie de Cataluña de fantasía, que generó un impacto brutal. Entrabas a ese mundo virtual en sitios lugares, y al final decías que todo lo vivido ha sido en lugares que de verdad existen. No sustituyes, potencias. En Toledo sería muy impactante hacer un metaverso de Toledo medieval, con el artilugio de Juanelo o el Hombre de Palo. Y dices, si te ha gustado, ven a verlo, que se conserva el setenta por ciento de la experiencia.

¿Toledo y Castilla-La Mancha están tan preparadas para las nuevas tecnologías como se dice?

Para todo esto no. Los avances tecnológicos se dan en zonas del mundo que las van activándolas de forma secuencial; las redes comenzaron en Estados Unidos, y después se fueron replicando. Van llegando de forma escalonada y en esos escalones pueden pasar años. Cada tecnología ha tenido su inicio y su fin. El metaverso, es curioso, no viene de Estados Unidos, aunque allí empezaron los primeros prototipos, viene de Corea del Sur. Eso luego se replica en Estados Unidos, donde están los grandes proyectos. España está muy puntera, pero el foco está en Madrid, Barcelona y luego Málaga y Valencia. El resto de regiones el número de empresas que viven del metaverso es ridículo, porque no les afecta todavía el día a día.

¿Los proyectos de Talavera o de Recas traerán empleo?

Yo siempre los he visto más bien como anuncios de prensa. En Talavera Meta tendrá servidores, no el metaverso. En Toledo, y yo vivo aquí, el problema es que siempre se ha movido todo a nivel demasiado local. Poco a poco se ha ido rompiendo, están viniendo empresas multinacionales, pero queda mucho trabajo. Málaga lo está haciendo mucho mejor. No se cierran a las empresas de siempre, sino que han abierto la puerta a todos los gigantes tecnológicos. El que venga Puy du Fou ha sido un gran paso, ha costado pero ahí está, está facturando y crea puestos de trabajo. Pero ha costado unos cuantos proyectos. Por ahora yo creo que en Castilla-La Mancha solo habrá pequeñas empresas de metaverso como la mía, pero cuando ya sea un sector tan potente como internet, todos tendrán que estar dentro. Ahora es todo inversión privada, y en un lugar como Toledo, mezcla de demasiada inversión pública y menor privada, llegará tarde, porque no se está moviendo a través de las administraciones. Si tenemos que esperar a las ayudas de la Junta igual hay que esperar cinco años, y la velocidad de estos sectores mucha veces va por encima de la de las administraciones y de las empresas locales.

¿Cómo entró el metaverso en tu vida?

En 2013 era director creativo en Tuenti y encontré un foro donde un tal Luckey Palmer, de 18 años, decía que había inventado unas gafas virtuales con credibilidad. Las compré a ver qué ocurría, recibí las gafas y ¡de verdad estaba en otro lugar y me lo estaba creyendo! Me puse a investigar, vi que no había mercado y pensé que era una oportunidad. Al poco tiempo, empecé a trabajar con Ferrari y otras marcas, que sabían que esta tecnología venía y estaban buscando a los poquitos que sabíamos hacerlo. A los jefes de Tuenti les dibujé una ola en la pared y les dije que no la podía dejar pasar. Ellos me apoyaron bastante, incluso me dejaron un despacho un tiempo para empezar la empresa Virtual Voyages. Desde entonces hemos trabajado también para Disney, Ikea, Mastercard o Meta.

¿Cómo es eso de desmontar un Ferrari de Fórmula 1?

Una de las aventuras que hemos tenido, que han sido muy locas, ha sido con Ferrari. El proyecto estaba aprobado, hacer que la gente pudiera ser copiloto de Raikkonen y de Vettel, te pusieras las gafas y te sentaras con ellos, vieras cómo aceleran o cambian. Nos presentamos en Mugello, pero la única condición era que el ingeniero jefe diera el ok a ese invento de cámaras que íbamos a poner a 300 kilómetros por hora en competición. Todo era muy primitivo, con cámaras impresas en 3D, y cuando lo vio el ingeniero jefe dijo que eso no lo poníamos en un Ferrari ni soñando. Le pusimos las gafas, vio lo que venía en el futuro y nos preguntó dónde queríamos las cámaras. Nos metimos con su equipo de ingenieros, desmontamos dos o tres horas antes de la competición los ferraris de Raikkonen y de Vettel y conseguimos anclar al chasis toda nuestra infraestructura para gravarlo. Pero esa emoción es la que hemos venido viviendo estos años, enfrentarte a un mercado sin precedentes, hacer las cosas por primera vez.

Todo ello, lo recordamos sin buscar polémica, ha surgido de Toledo, de Las Malvinas.

Como cuento en mi libro, es importante saber quién eres. Cuando empiezas a conseguir cosas grandes y apareces en Forbes piensas que no tenías que estar ahí, no tengo un máster de Administración de Empresas, no me he metido en universidades privadas, no sé qué hago en este mundo tan gigante. En esa investigación de mi pasado, descubrí que aquellas Malvinas de los 80, aquel descampado prácticamente, donde estábamos dando saltos entre cosas tiradas, fue un aprendizaje. Estabas en un entorno muy duro, con jeringuillas en el suelo, pero el niño tiene una imaginación para suplantarla. Sabíamos perfectamente cómo era el mundo alrededor, pero con un amigo desarrollamos un mundo para que no nos salpicara. Sirvió mucho para aprender a proyectar. Con el tiempo ha sido mi profesión.

¿Te has sentido molesto por alguna crítica?

Entiendo las críticas, porque al final la negación es un sentimiento muy humano. Todo el mundo sabe cómo era aquello, no solo los que hemos vivido en el Polígono. De hecho, además las críticas, mucha gente me ha escrito por lo contrario, para decirme que estoy diciendo la verdad, pero que la quieren tapar. En mi libro no escribo ni una sola mentira, son recuerdos reales que chequeo con mi familia y amigos. Cuando salta la polémica, la gente empieza a proyectar con el barrio actual. Te dicen que la gente ha luchado mucho para superarlo. Pero yo no estoy hablando de eso, sino que había pilones con basuras y ratas en las paredes. Yo no puedo negar mis recuerdos porque a alguien a nivel político le venga mal. Y para mí no es una crítica al Polígono, es describir la reconversión de un entorno tan chungo. Cuando salió la polémica era una negación, pero luego mucha gente tiraba de memoria y lo reconocía, hasta que La Tribuna sacó un artículo muy bueno en el que los históricos del Polígono decían que eso era así.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Queremos continuar este proyecto de construcción del metaverso junto a grandes marcas. Donde antes eran unos 230 proyectos sueltos para 95 marcas, ahora son proyectos mucho más ambiciosos, que construyen el metaverso de una forma más a largo plazo.