Al terminar un año, demasiada gente enfoca sus energías en esos doce meses que se han escapado. Por salud mental, el concepto más manido del momento es aconsejable mirar hacia el futuro porque el pasado es inamovible.
Hace ya un par de años, un país decidió invadir a otro. A estas alturas tiene poca importancia las motivaciones del conflicto, porque cualquier guerra tiene una imperfección de origen. Para Europa era una oportunidad para reflexionar sobre nuestra política energética, de defensa, exterior y de seguridad. No son conceptos etéreos sino realidades tangibles que pueden llevar a que tu territorio se vea atacado por otro que se sienta más fuerte en el envite; también la debilidad interna impulsa las aventuras bélicas.
Sorprendentemente, para la izquierda pacifista, Suecia y Finlandia optaron por solicitar ingresar en la OTAN. Se intuye que la protección de Estados Unidos es más segura que ser miembro de la Unión Europea, aunque les recomiendo que apuesten por relaciones bilaterales con los americanos como lo hizo Polonia.
En el resto de las áreas, Europa ha demostrado una parálisis enfermiza. Alemania sigue cerrando centrales nucleares sin cuestionarse la vulnerabilidad energética que le provoca y el crecimiento de costes para su industria. La industria armamentística europea sigue siendo el pigmeo anterior porque la capacidad productiva no va al ritmo de las necesidades bélicas. No hablo de los arsenales propios, sino del suministro a un país invadido que ha puesto a sus soldados a morir por nosotros. Nuestra debilidad industrial es el signo de un declive. En el terreno diplomático, los miembros de la UE tienen intereses diferentes. Esta disparidad será creciente y la debilidad comunitaria será más visible con el tiempo.
Pese al odio francés a la OTAN, la triste realidad es que Francia ha tenido que abandonar el Sahel africano. Todo el norte de África ve cómo Europa no tiene ninguna capacidad militar real. Serán ellos los que arreglen sus cuentas entre ellos o con nosotros; es interesante observar las compras de armamento de Marruecos. Eso no augura nada bueno.
Los militares son conscientes de las consecuencias de una guerra porque las sufren. Los gobernantes son hábiles en ignorar los riesgos o en aplicar políticas pacifistas que aumentan las posibilidades de una agresión. Nos puede desagradar el conflicto ucraniano, pero ignorarlo es inmoral y peligroso. Ucrania puede ser solo una etapa del camino. Mirar no es una opción responsable y honesta.