El día 6 de julio Milagros Tolón se reunió con los responsables de la Real Fundación para abordar «una planificación urbanística en Vega Baja que respete escrupulosamente el patrimonio pero que haga ciudad». La regidora anunció entonces «un plan de actuaciones muy sensibles y consensuadas» destinadas a reordenar un «lugar estratégico de la ciudad». Y aunque la fecha por ella marcada fue «el mes de septiembre», algunas matizaciones de última hora han retrasado la presentación del proyecto de actuación.
Documento que, ya sobre la mesa de la alcaldesa y en poder del viceconsejero de Cultura, ha sido redactado en los últimos meses por distintos expertos en materias inherentes a una zona -desde 2006- vacía y relegada pese a formar parte de una «ciudad que va más allá de las murallas y que engloba el paisaje» que, claro está, «construye también la ciudad». Según ha podido saber este periódico, en Patrimonio la propuesta ha sido muy bien recibida desde el principio, y en el ámbito municipal está siendo analizada con enorme interés.
Bajo la premisa de «detectar los valores que desde el paisaje permitan aportar caminos posibles que recuperen y sumen riquezas ignoradas, que contribuyan al planteamiento y la construcción de una ciudad mejor para todos», el proyecto toma como punto de partida «el carácter de las sendas que recorrían y organizaban este lugar», la red «de caminos arbolados comunicaba la ciudad histórica con las huertas y el río Tajo». Al igual que aquellas sendas, se propone «recorrer el vacío bajo la sombra de las moreras».
Y puesto que en la zona se hace necesario facilitar la unión entre la ciudad y la ribera del río, especialmente en este lugar donde la topografía es propicia, el planteamiento apuesta por la realización de una primera senda que insta a recorrer la Vega Baja favoreciendo una transición desde el territorio antropizado de la ciudad al borde natural del río».
Toma forma el camino que se entiende «como una prolongación de la calle Armeros hasta el río, atravesando el sitio arqueológico y extendiéndose por la calle Lima hasta la ribera del Tajo». En torno a este trazado se invita a desarrollar «otra forma de urbanizar, sensible al lugar en el que se implanta desde el punto de vista físico e inmaterial». La urbanización tradicionalmente entendida en este lugar, argumenta el informe, «sería agresiva con el paisaje de la Vega y su memoria». Por ello, el proyecto toma como punto de partida el carácter de las sendas que recorrían y organizaban este lugar, «la red de caminos arbolados comunicaba la ciudad histórica con las huertas y el río Tajo». De hecho, al igual que aquellas sendas, se propone «recorrer el vacío bajo la sombra de las moreras».
El trazado proyectado une las avenidas Mas de Ribero y San Pedro el Verde con una pendiente regular que establece un acuerdo entre las dos calles, con una diferencia de cota de dos metros. La superficie de la senda se traza con una pendiente continua sobre una elevación de tierras que se adapta a las irregularidades de vacío y a las excavaciones.
Este terraplén se forma utilizando las tierras que se retiraron durante la excavación arqueológica realizada en el sitio, almacenadas en terreras en la superficie. Sobre éstas, recoge el informe, se dispondría «zahorra natural compactada y un estrato final de jabre rojo» destinado a definir la superficie del camino planteado.
Segundo tramo. El segundo tramo de la senda tiene un carácter diferente. Transcurre por la calle Lima, un camino consolidado y paralelo al muro de Fábrica de Armas, y la actuación se basa en «la limpieza y saneo de sus límites y la ejecución en superficie de la capa de jabre rojo».
La sección transversal del camino tiene ligeras pendientes a ambos lados para que desagüe con facilidad hacia su base, por lo que los taludes del terraplén se tratarían «con una hidrosiembra cuyas raíces favorecen su estabilidad». No en vano, el talud en su base asentaría sobre una capa geotextil anti-raíces llamada a proteger la base del terreno y los restos arqueológicos.
La senda estaría recorrida por una «hilera de moreras plantadas en el lado sur cada seis metros de distancia». La elección de esta especie se debe a que la misma «ha sido utilizada tradicionalmente como árbol ornamental en las vegas de los ríos y ha estado vinculada a la producción de seda».
De hecho, se apunta en el informe, «todavía hoy existen alineaciones de moreras en el ámbito del río y su vega», y el desarrollo de sus raíces es horizontal, por lo que, plantada sobre la elevación artificial de tierras, «no interferirá con los restos arqueológicos». La utilización de las moreras proporciona «una protección de sombra para la senda y al mismo tiempo es respetuosa con el modo natural de construir y la memoria del lugar». Esto es, «un nuevo camino en la ciudad vieja».