Lo siento, con los años me vuelto monárquico y ya no hay quien me saque de aquí. Veo las manifas de los republiketas con sus peleles y sus merenderas al sol y compruebo que se marchitan antes de que concluya la primavera. Eso de tirar al muñeco de trapo hacia el cielo es más viejo que Goya, pero el genio le ponía quitasoles y parecía otra cosa. Si uno coge la fotografía de Belarra, Montero y la clá que las acompañaban y la coloca al lado de la Familia Real, parece algo similar a la antigua fotografía junto a su negativo. Los republiketas se han ahogado en su propia historia, son un martirio para quienes no están ideologizados ni viven de dar la plasta a los demás con los derechos dinásticos… Si ya sabemos que nadie es más que nadie y no tiene sentido lo de los privilegios de cuna. Pero en España se ha demostrado que no es posible un sistema político mínimamente útil para sus ciudadanos si no está basado en la realeza y los condicionantes que conlleva.
Los republiketas se quemaron en la Primera República, que duró lo que un mal embarazo con cuatro gobiernos, a cual más espasmódico. Resalto de esta etapa la figura de Pi i Margall, tan torpe como Zapatero y casi tan perverso como Sánchez. Lo bueno es que duró un verano, pues España se dio cuenta que era imposible ser ladrón y policía a la vez. Luego vino la Segunda y sus mitos… Todavía hoy existen quienes viven de su legado, sin darse cuenta de que fue el preludio de la guerra más cruel que nunca tuvo este país. Los Azaña, Prieto, Caballero o Negrín entran de lleno en la página ominosa de la Historia por unas razones u otras. No digo yo que los Gil Robles, Lerroux, Franco o Sanjurjo se libren… Fueron tan malos o peores que los primeros… Pero lo que no puede defenderse es un régimen que abrió en canal la sociedad española y la enfrentó como nunca. Por eso me da tristeza y melancolía cuando escucho a quienes todavía reivindican lo peor de nuestro pasado.
Ayer, sin embargo, vimos a dos hijas emocionadas con su padre y unos padres, temblando ante la viveza de sus hijas. La monarquía, en el fondo, sigue el reloj del tiempo y la naturaleza, donde unas generaciones suceden a otras. Leticia fue inteligentísima y, por supuesto, Felipe. Sólo es defendible una institución como la monarquía si es útil para la sociedad que sirve. Por eso, a Juan Carlos se le pasó el arroz, aunque pudiera parecer injusto en el global de su reinado. Uno mira la Historia de este gran país y hubo reyes de todo tipo, pero colige que si hubo períodos de riqueza y prosperidad fueron con grandes monarcas. Las épocas de enfrentamientos, vilezas, condados o cantones condujeron a la futilidad de enfrentar a vecinos, unos contra otros. Más o menos como el procés. Por eso, somos monárquicos y apoyamos a Leonor. Y, por supuesto, a Felipe. Como diría nuestro paisano Mota. No te digo que me lo superes, iguálamelo. Larga vida al Rey.