La Ciencia española y dentro de ésta la Bioquímica se han quedado un poquito huérfanos desde que hace poco más de una semana, el pasado día 7, se conociera el fallecimiento de Margarita Salas, una de las mayores científicas españolas del siglo XX, discípula de Severo Ochoa, con quien trabajó en Estados Unidos, y maestra de muchas generaciones de investigadores. Fue entonces cuando saltó a la actualidad nuevamente el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, donde la Doctora Salas continuaba con la investigación del bacteriofago Phi29 y sus múltiples aplicaciones en la vida diaria.
Allí, la talaverana Alicia del Prado, investigadora postdoctoral, trabajaba con la reconocida científica, a la que consideraba un "referente y una maestra" de la que aprendió en la última década, apenas terminada la Licenciatura en Bioquímica en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora, con 33 años, del Prado es Doctora en Bioquímica, Biología Molecular, Biomedicina y Biotecnología, es investigadora en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y profesora universitaria en la Facultad de Enfermería y Fisioterapia Salus Infirmorum de la Universidad Pontificia de Salamanca, en el campus de Madrid.
A pesar de su juventud y con una trayectoria tan impresionante, Alicia del Prado trabajaba desde hace más de 10 años con la Doctora Salas, a la que conoció tras una charla ofrecida por la impulsora de la investigación científica en España. "Fui a escucharla y al acabar, me acerqué a preguntarla y que me aconsejara; al final me dijo que si quería venir a una entrevista al CBM y me terminé quedando con ella".
Inició su trabajo con la realización del máster y tras ello, con la tesis doctoral, bajo la dirección de su mentora, y al finalizar, desde hace cinco años, continúa en el CBM, que forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), como investigadora postdoctoral.
Con apenas 22 años, la alumna de Las Agustinas y el IES Padre Juan de Mariana, vio cumplido uno de sus sueños, trabajar con la más grande científica española dentro del mundo de la Bioquímica, "de la que siempre había oído hablar cuando estaba en la carrera". Recuerda que durante su época de estudiante, "siempre veía algún cartel anunciando algo suyo y pensaba, ‘madre mía, qué mujer, qué trayectoria y qué cosas ha conseguido’", explica. Trabajar finalmente a su lado "es algo que ni siquiera me hubiera atrevido a soñar", añade.
Junto a ella, ha intentado mejorar lo que ha sido una de las mayores contribuciones científicas del CBM Severo Ochoa, el descubrimiento y caracterización de la ADN polimerasa del fagoΦ29, que tiene múltiples aplicaciones biotecnológicas debido a su altísima capacidad de copia y amplificación del ADN. Así, Salas consiguió la patente de esta enzima, muy importante por su capacidad para producir copias genéticas de forma precisa partiendo de rastros escasos.
Del Prado explica que esta polimerasa tiene muchas características, es "muy procesiva, muy fiel", lo que ha servido para tener muchas aplicaciones, especialmente policiacas, forenses o antropológicas. Así, por ejemplo, permite ampliar millones de veces el ADN de cualquier prueba genética -un pelo o una gota de sangre- para ser analizada.
Margarita Salas ha sido pionera en el mundo de la Bioquímica pero también lo ha hecho como mujer en un mundo considerado tradicionalmente de hombres. En los años 50 "entrar en el mundo de la ciencia era difícil y todavía mucho más para ella siendo mujer". Cuando la conocida científica volvió de Estados Unidos de trabajar con el Premio Nobel, "España era un desierto científico" y ella consiguió hacerse su hueco, demostrar su valía profesional y además ser maestra y mentora de numerosos científicos que "han seguido levantando la ciencia".
Profesional y personal. Pero más allá de ser un referente en el mundo de la ciencia, no solo nacional sino internacional, Margarita Salas era una "persona cercana, discreta, tranquila..." a la que ya se echa mucho de menos en el laboratorio del Centro de Biología Molecular. "Muchísimo, ya solamente entrar en el laboratorio y ver su despacho vacío... más allá de lo profesional, nos está costando mucho trabajo, nos duele de manera personal. En lo profesional, además, nos da vértigo pensar que no va a estar aquí apoyándonos", dice emocionada.
La Doctora Salas ya no está, pero lo que nunca olvidará Alicia será todo lo que ella les ha inculcado: "La ilusión de investigar, la curiosidad siempre de preguntar cosas, la paciencia porque hay que seguir insistiendo, volver día tras día a tener ese ánimo, a replantearte las cosas, a volverlas a hacer, a trabajar con rigor científico, a usar bien los controles..., la base de un buen científico", recuerda. Y lo de usar bien los controles de los experimentos, indica Del Prado, "era algo que había aprendido del Nobel, ya que todos los días le preguntaba por ello, y ella intentaba transmitírnoslo a nosotros".
Ella ya no está, pero sus conocimientos y buenas prácticas siguen funcionando en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Allí, junto a lo ya avanzado, queda todavía mucho por hacer.