El todavía lehendakari Urkullu entregó el pasado lunes unas cuantas medallas y condecoraciones a distintos jefes y mandos de la Ertzaintza, por su lucha contra ETA en un discurso que pretende recordar «la crueldad de la ETA», y en palabras textuales de su discurso decía que la ETA decidía quien vivía y quién no.
Los del PNV se creen que el mundo está lleno de tontos, y ahora cuando se les echa encima el oleaje de los antiguos etarras, con Bildu como nombre cabecero, y ven que pueden perder el poder en el País Vasco, cambian de discurso y se ponen enfrente de los que han sido sus aliados espirituales durante tantos años. Los nacionalistas vascos han sufrido mucho menos, por no decir nada, de los envites de la ETA cuando elegía a su víctima, la secuestraba y pidiendo algo imposible de cumplir por el Estado le pegaba un tiro en la nuca y lo dejaba tirado por ahí, en una calle, en una carretera o en un bosque. Los que de verdad sufrían el acoso de la ETA no eran ellos, por mucho que ahora quiera recordar el insigne político que eran los que decidían sobre la vida y la muerte para intentar hacerse el hijo pródigo. Los que de verdad sufrían el acoso de la ETA eran los Concejales del PP o del PSOE que se jugaban la vida y que todos los días tenían que mirar debajo del coche por si les habían puesto una bomba. La situación llegó a ser bastante trágica cuando algunos miembros del gobierno de turno crearon el GAL, mercenarios tan estúpidos que en la mayoría de ocasiones se equivocaban de persona. España cuando aquello terminó, consiguió que Herri Batasuna fuera declarada ilegal por pertenecer a una banda armada o su brazo político. Aznar cerró El Egin, declaró pertenencia a banda armada a los «chicos» de la ETA que hacía de la calle su territorio con los famosos Kale Borroka quemando autobuses y llenando de pintadas amenazadoras las fachadas de las casas de los que no eran como ellos. Esas y otras medidas acabaron con la ETA, pero el PNV no hacía prácticamente nada; los acunaba, los cuidaba, y cuando empezaron los homenajes a los antiguos etarras, los del PNV que mandaban en el territorio vasco y en la policía autonómica, callaba como una puta que espera recibir el precio de su consentimiento.
Ahora que los peneuvistas ven las orejas al lobo y peligrar su hegemonía en el País Vasco, porque Bildu les pisa los talones y notan su aliento en la nuca, se ponen trágicos y hacen discursitos con un dramatismo de teatrillo de pueblo a ver si salvan los muebles. Pero los muebles están ardiendo hace mucho y precisamente por no haberse puesto con claridad enfrente de la ETA durante tantos años, alentando el nacionalismo y separatismo de lo que antiguamente fue la región vascongada y hoy ha cambiado el nombre por el País Vasco.
Ahora, a punto de perder el poder y todos los privilegios que tenían los jesuíticos, se acuerdan de Santa Bárbara. Eso, solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando llueve.