Los trabajos de ampliación de cunetas de las obras de drenaje de la TO-23 han sufrido un sorprendente imprevisto que a buen seguro ralentizará la ejecución de la obra. Las máquinas excavadoras se han topado con una estructura funeraria de origen tardorromano. Se trata, según los primeros informes arqueológicos, de una 'cuppa', un tipo de enterramiento muy usado en el Imperio Romano durante los siglos I y III, de planta alargada con cubierta cilíndrica, imitando una cuba tumbada –y de ahí su nombre–.
La estructura, que estaba cubierta de piedras, ha sufrido algunos desperfectos por los trabajos en la zona, desvelando en su interior un sarcófago de plomo.
En el interior de la estructura funeraria se han hallado además dos monedas de la época del emperador Diocleciano, lo que refuerza la hipótesis de ser del siglo III, y una lucerna con símbolos cristianos. El sarcófago, que está aún siendo sometido a análisis, contiene los restos de una mujer que, a tenor de los primeros estudios, falleció por causas violentas, al encontrarse rastros de fracturas en sus huesos.
Con todo, lo que más llama la atención al equipo de arqueólogos que está trabajando en la zona son las inscripciones que se han encontrado en el sarcófago de plomo, que a pesar de su fractura destaca por su buen estado de conservación.
En uno de sus laterales se puede observar con total nitidez la figura de un pez, un símbolo paleocristiano que los expertos califican en su informe, al que ha tenido acceso La Tribuna, como un 'ichtus', cuyo acrónimo vendría a significar: 'Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador'.
Además de este dibujo, destacan tres letras grabadas en la tapa del sarcófago. Juntas forman la palabra 'Leo', sin tener más datos o indicios de su significado.
Con todo, según ha podido saber La Tribuna, la principal hipótesis sobre la que trabajan los arqueólogos es que se trate del enterramiento de una mujer cristiana importante de entorno al siglo III que murió por causas violentas y que fue ricamente enterrada por sus familiares o amigos. En aquellos años fue común la persecución de esos primitivos cristianos y, aunque aún es pronto para confirmarlo, no descartarían que fuera la tumba de la mismísima Santa Leocadia, patrona de Toledo, que fue martirizada por el pretor Publio Daciano por la confesión pública de su fe y rechazo a la apostasía.
La tradición siempre ha situado el lugar de enterramiento de la santa en la zona conocida hoy como Cristo de la Vega, pero la verdad es que nunca ha existido certeza de dónde estaban sus restos hasta, según cuenta la leyenda, ella misma se lo reveló a San Ildefonso con el milagro de su aparición.
Sus teóricos restos se veneraron en esa zona hasta el siglo VIII, cuando la persecución de Abderramán I contra los cristianos provocó que muchos mozárabes huyeran de Toledo y se llevaran las reliquias de Leocadia a Oviedo, donde Alfonso el Casto erigió un templo en su honor.
De Oviedo, las reliquias fueron llevadas a Flandes en el siglo XII, y por mediación de Felipe II los monjes del cenobio de Saint-Ghislain, donde estaban entonces depositadas, acceden a entregarlas al padre jesuita Miguel Hernández. En 1587 llegaron sus restos a la Catedral de Toledo, donde se supone que reposan hoy en el Ochavo, en una arqueta de plata.
El hallazgo de su este sarcófago de plomo abre la puerta a nuevas posibilidades y, aunque todo está aún en fase de estudio, se trata de uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años en una ciudad, como Toledo, que no deja de desvelar secretos.
Las obras de la TO-23 son sin duda las grandes damnificadas, ya que el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana ha dado de momento orden de parar los trabajos. Se trataba de un proyecto para garantizar la evacuación de agua en esa carretera e impedir así que se embalsara como sucedió en la última DANA, dejando sumergidos a más de veinte vehículos. Los trabajos tienen un presupuesto 1,8 millones de euros y tenían que estar listos entre marzo y abril, aunque a buen seguro que el reciente hallazgo ampliará, y mucho, los plazos.